Podríamos, incluso, afirmar que el
perdón es la más alta expresión del amor y la más genuina. Pero lo que asombra
en el perdón evangélico es otra cosa: que más alegría siente el que perdona que
el que es perdonado. Por eso, Jesús representa el perdón del Padre como una
fiesta.
Aquel muchacho lo tenía todo en su
casa. Pero, soñando en aventuras, se fue a tierras lejanas, dejando clavado un
puñal en el corazón de su padre. Se zambulló en el turbio esplendor del mundo
hasta morder la fruta del hastío. Y cuando, doblegado por la nostalgia, regresó
a su casa, su padre, además del abrazo y el perdón, le preparó el banquete más
espléndido de su vida.
Aquella mujer perdió una dracma, una
pequeña moneda. Después de muchos desvelos y fatigas, la recuperó; y fue
tanta su alegría, que, no pudiendo contenerse, salió al barrio para invitar a
las amigas a alegrarse con ella.
Si se pierde una oveja entre los
riscos, el Padre no se desentiende de ella, sino que salta al mundo, cruza los
valles, escala los roqueríos, se asoma a los precipicios, arriesga su vida
hasta que encuentra a la oveja perdida y malherida. La toma en sus brazos y
vuelve a casa cantando y proclamando que aquella oveja recuperada le da más
alegría que todo el resto del rebaño.
Así fue Jesús desgranando, ante sus asombrados y
humildes oyentes, en forma de narraciones y apólogos, el misterio y los tesoros
del corazón del Padre. Esta era la permanente temperatura interior de Jesús,
desde donde le brotaban aquellas palabras que inundaron de alegría y
misericordia al mundo.
Por cuanto hemos dicho, afirmamos
que el Evangelio es un himno a la alegría, entendiendo por alegría no
necesariamente la risa explosiva, sino un estado interior pleno de gozo y
libertad.
Por eso no es posible la tristeza
allí donde está Jesús.
En este sentido, hay en el Evangelio
una perícopa notable por lo significativa (Mc 18,22). Los discípulos de Juan
ayunan, y los discípulos de Jesús, no. ¿Por qué este contraste? Hay que tener
en cuenta que el ayuno indicaba, de alguna manera, luto y tristeza.
Jesús responde, tajante, con una
pregunta: ¿acaso pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con
ellos? Quiere decir: la persona concreta de Jesús es la transparencia de la
misericordia del Padre, y, por consiguiente, fuente de gozo. No es que Jesús repruebe
el ayuno, sino que defiende y explica el proceder de los discípulos, como diciendo:
¿qué van a hacer?, están celebrando la alegría de la salvación, que es la
presencia de Jesús ¡No es posible la tristeza!
Todo está indicando que la presencia
física, histórica, de Jesús significó para los discípulos y otros que
disfrutaron de ella alegría y liberación.
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