martes, 23 de abril de 2024

COMO MODELAR SU PROPIA CLASE DE ÉXITO

 Hoy día, existen tantas diferentes definiciones del éxito como seres humanos, y hay quienes pretenden, y ofrecen considerables pruebas, que el mayor fracaso de nuestros tiempos es el éxito, ya que hemos llegado a equipararlo, cada vez más, con posesiones materiales.

"He sido rico y he sido pobre, ¡y es mejor ser rico!" canturrean una después de otra todas las personalidades del mundillo de los espectáculos, y todos sonreímos asintiendo con un movimiento de cabeza, reconociéndolo con envidia.

Pero, ¿es eso todo lo que nos ofrece el éxito? ¿Acaso Howard Hugues fue más feliz, o se sintió más en paz consigo mismo cuando duplicó su primer millón de dólares? ¿O alguna estrella de cine, con la caja fuerte repleta de alhajas y diamantes, se siente más complacida con la vida después de deshacerse de su cuarto esposo para contraer matrimonio con el número cinco?

¿Cómo define usted al éxito? Tal vez ha estado demasiado ocupado ganandose la vida, para concederle algo más que un pensamiento pasajero. A pesar de ello, si asiste a esta universidad con objeto de mejorar su vida, y sinceramente espero que así sea, nunca es demasiado temprano para ofrecerle ciertas pautas sobre las cuales puede reflexionar y que quizá adopte para sí mismo.

Sí siguió mi consejo, ¿no es verdad?, y ha empezado a leer este libro teniendo a la mano una pluma o un lápiz. Eso espero, ya que hay muchas cosas valiosas qué aprender y recordar del brillante Howard Whitman, a medida que nos revela cuáles son los ingredientes para alcanzar el verdadero éxito según su libro, Success Is Within You...

Hay dos importantes criterios para el éxito: 1. ¿Creen los demás que usted ha tenido éxito? 2. ¡Lo cree usted?

Estos dos criterios se relacionan entre si igual que un popote se relaciona con una leche malteada. Si quiere disfrutar plenamente de una leche malteada, es conveniente contar con ambas cosas. Pero si únicamente puede tener una de ellas, ciertamente, es mucho mejor tener la leche malteada que tener sólo el popote, pues este último solo, es bastante inútil. Y es bastante inútil, y también vano, el que todo el mundo piense que usted es un éxito si usted mismo no lo cree así. La leche malteada de su éxito es su propio conocimiento interno de ese éxito. Contando con eso, no se requiere necesariamente el reconocimiento del mundo externo.

El problema surge cuando tratamos de moldear nuestro éxito de acuerdo con las especificaciones del mundo externo, a pesar de que no sean las mismas especificaciones que hemos obtenido buscando en el fondo de nuestro corazón. ¿Para quién vamos a lograr el éxito, para nosotros o para alguien más? El éxito, si deseamos que tenga algún significado, debe ser algo personal. Varía de un in- dividuo a otro, igual que varía la personalidad; es más, surge de las profundidades mismas en donde se origina la personalidad, y a menudo se requiere un sondeo perspicaz para descubrir por nosotros mismos cuáles son nuestras propias ideas del éxito. Con demasiada frecuencia nos adaptamos al mundo externo en nuestros patrones de éxito, sin concederles ningún pensamiento o análisis, de la misma manera que nos adaptamos en otros aspectos de la vida. Pero entre nosotros hay un puñado de valientes que se han atrevido a pensar en ello y ocasional- mente han delineado en todos sus detalles ciertos patrones de éxito que son a la vez honestos, valerosos e individuales.

William Faulkner, el novelista ganador del premio Nobel, comentaba: "Naci para ser un vagabundo. Me sentía más feliz cuando no poseía nada. En aquel entonces tenía un impermeable con grandes bolsillos; acostumbraba llevar en ellos un par de calcetines, una edición condensada de Shakespeare y una botella de whisky. En esa época era feliz, no deseaba nada y no tenía ninguna responsabilidad".

Uno podría rechazar esta definición del éxito. Es decir, uno podria rechazarla para sí mismo, pero no para Faulkner. Es una declaración franca, típica del honesto nativo de Mississippi.

En lo personal, me siento un poco cansado de ver el nombre de Albert Schweitzer cada vez que alguien trata de erigir la imagen de una deidad sobre la tierra. Y es muy interesante mencionar que incluso Schweitzer se canso de ello. En el año de 1955, con motivo del aniversario número ochenta de su natalicio, los admiradores de Schweitzer organizaron grandes celebraciones en todo el mundo. Se recabaron fondos (más de veinte mil dólares en Estados Unidos y mucho más en el resto del mundo) para enviarle regalos de cumpleaños al pe- queño doctor de modales apacibles, que renunció a la fama mundial para recluirse en lo más oscuro de África, en donde podía auxiliar a los nativos. En su hospital de Lambaréné, en el Africa Ecuatorial Francesa, se reunieron quinientos admiradores que con los brazos llenos de flores, cantaban y hacían sonar campanas para saludarlo el día de su cumpleaños, ya que la fama resplandecía sobre el buen doctor con más brillo en la misteriosa y sombría África, de lo que jamás lo hizo en las luminosas ciudades de Europa. El comentario de Schweitzer  ese día de su cumpleaños fue: "Cómo deploro todo este alboroto. Qué fatigado estoy".

He aquí un hombre con su propia idea grandiosa del éxito, pero el mundo simplemente no le permite ejercerla.

En la turbulenta Europa de mediados del siglo XXI, la incurablemente romántica escritora George Sand, que además despreciaba los convencionalismos, escribió en una de sus famosas cartas una definición bastante notable del éxito:

Uno es feliz como resultado de los propios esfuerzos, una vez que se conocen los ingredientes necesarios de la felicidad gustos sencillos, cierto grado de valor, el autorrenunciamiento hasta cierto punto, el amor al traba- jo, y por encima de todo, una conciencia limpia. La felicidad no es ningún sueño vago, de eso estoy ahora segura. Mediante el empleo adecuado de la experiencia Y el pensamiento, es posible lograr grandes cosas de uno mismo; por medio de la determinación y la paciencia incluso es posible restaurar la propia salud así que vivamos la vida tal como es, y no seamos des- agradecidos.