Pasa
la comedia del mundo
Salió
al alba el hombre. Cabalgando sobre nubes blancas, dio pecho a mil aventuras y
entró hasta el corazón de sonoros combates, entre locuras, sueno y oro.
Alta
era la noche y distantes las estrellas. Avanzó entre una alameda de estandartes
hasta el dosel de escarlata, hasta el sitial de oro. ¡Corona, laurel y gloria!
Descerrajó
cerraduras de metal, deshizo las cadenas, recogió los huesos de los héroes, se
plantó ante las fieras y a sus pies yacían encinas y combatientes.
Los
centauros le precedían, y sus pies dejaban, al pasar, estelas en llamas,
mientras devolvía a los galeotes al hogar y a los cautivos a la patria.
Pasó
como relámpago de justicia por los tronos y tribunales y por todos los
estrados imperiales, mientras guijarro, y granito, y sílice y cuarzo rodaban
desangrados hasta el seno del ventisquero.
Después
de surcar mares y estrellas en su nave de espuma, en cuya proa se leía Renombre,
y después de doblegar todas las testas coronadas, regresó el hombre a su punto
de partida, a las playas de arena, algas y residuos.
Regresó
y despertó.
* * *
He
comenzado el presente apartado con esta fantasía porque las dos figuras más
señeras de la literatura castellana, Segismundo y Alonso Quijano (Don Quijote)
fueron dos hombres que despertaron después de haber representado la comedia de
la vida entre sueños, locuras y fantasías.
“Idos,
sombras, que fingís hoy a mis sentidos muertos cuerpo y voz, siendo verdad
que ni tenéis voz ni cuerpo; que no quiero majestades fingidas, pompas no
quiero fantásticas, ilusiones que al soplo menos ligero del aura han de
deshacerse; bien como el florido almendro que por madrugar sus flores sin aviso
y sin consejo, al primer soplo se apagan, marchitando y desluciendo de sus
rosados capullos belleza, luz y ornamento”.
(La
vida es sueño III, 3).
He
aquí la pregunta clave: dónde está la objetividad y dónde la apariencia; cuál
es el sueño y cuál la realidad.
El
gran fraude de la humanidad es vivir soñando, concediendo alegremente carne de
objetividad a lo que, de verdad, es una sombra; llamando verdad a la mentira,
y al embuste, veracidad. Y las gentes entran en escena, representan de
maravilla sus papeles, y los espectadores baten palmas; pero también los
espectadores representan, sabiendo que todos engañan a todos; y el que no entra
en la representación hace el ridículo, y sigue la farándula dentro de las
sendas del arte de la comedia.
Todo esto puede sonar a literatura. Pero no
lo es; es la verdad fría y desnuda como una piedra.
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