Las estrellas
arden, pero, desde lejos, ¡parecen tan frías y silenciosas! Es su ley. A la
orilla de los ríos, en las enramadas, llegada la primavera, los ruiseñores cantan
día y noche. Es su ley.
En el invierno, el valle se cubre de
nieve, en la primavera de flores y en el otoño de frutos. En la época de los
deshielos, el río se sale de madre, inunda los valles y arrastra consigo
viviendas, animales y personas al seno de la muerte. Es su ley.
El gavilán se alimenta cazando con
sus poderosas garras los incautos pajarillos y los pollitos del corral. Es su
ley. La brisa es fresca; el cierzo, frío; el bochorno, caliente. Es su ley.
Las vacas se alimentan paciendo
mansamente en la pradera, y los lobos, devorando los corderos. El huracán ha
sembrado de ruinas la comarca. El rayo mató varias ovejas, al pastor y su
perro. Es su ley.
Las aves vuelan, las serpientes
reptan; el invierno es frío y el verano ardiente; los seres vivientes nacen,
crecen y mueren. En la primavera llegan las golondrinas, y en el otoño se van.
Es su ley.
* * *
Respetar
las leyes del mundo, no irritarse contra ellas, entrar en su curso con gozo y
mansedumbre, no enemistarse contra nada, dejar que las cosas sean lo que son,
no pretender doblegar su voluntad, dejar pasar las cosas a tu lado, sin torcer
su rumbo. He aquí el secreto de la paz.
¡Vivir!,
que es sumergirse en la gran corriente de la vida, participar de alguna manera
del pulso del mundo, mirar todo con veneración, tratar con ternura a todas las
criaturas de Dios, sentir gratitud y reverencia por todo.
Cuando
el corazón del hombre se haya desprendido de sus lastres y pertenencias y haya
renunciado a la codicia del poseer; en suma, cuando se haya purificado de todo
aquello que envenena las fuentes de la existencia, aquel día habremos
retornado a la primera aurora, en que “todo era bueno”.
Cuando
el corazón es luz, todo se viste de luz. De las altas cumbres no bajan aguas
turbias, sino transparentes.
La
vida nace, brilla y se apaga. Está bien. El dolor físico es la alarma de la
enfermedad. Está bien. ¡Cuántas veces una sacudida fuerte en la propia
historia sirvió para enmendar errores y emprender rumbos verdaderos! Está
bien.
Fuera
de casos excepcionales, todos tienen recta intención. El instinto primario del
corazón humano es el de agradar, y su tendencia natural, la de la autenticidad.
Vivir es un privilegio, y la existencia, una fiesta. Todo es bueno.
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