En el estado
de sueño se suspende la conciencia, pero en cada caso de emergencia (un
temblor, un incendio) se recupera rápidamente. Por el contrario, en caso de
locura, la conciencia de la realidad exterior no sólo está ausente, sino que ni
siquiera es recuperable en casos de emergencia.
Como decíamos, la conciencia de
muchas personas está amasada con ficciones y fantasías; y no tienen conciencia
de la realidad. Ahora bien, ¿qué sucede cuando el hombre recupera la conciencia
de algo de lo que hasta entonces no tenía conciencia? Simplemente se abre al
conocimiento del carácter ficticio e irreal de su conciencia normal, es decir,
se da cuenta de que estaba enajenado; despierta: entra en contacto con el
mundo verdadero, porque anteriormente estaba dormido, ajeno a la realidad.
Podemos, pues, concluir que el
sufrimiento es una pequeña enajenación. O, con otras palabras, al enajenamos,
sufrimos. O sufrimos porque nos enajenamos. De alguna manera, todo sufrimiento
es hijo de la ficción y de la mentira.
Si el propietario jurídico, o el
emotivo, deshace el vínculo y se desprende de una propiedad, más libre se
sentirá. Si se desvincula de dos propiedades, sentirá doble caudal de libertad.
Si, por hipótesis, renunciara afectivamente a toda las apropiaciones, sería el
hombre más libre del mundo. He aquí, pues, que se abre delante de nuestros
ojos el camino real de la liberación, la senda del desasimiento afectivo.
El
desasido “se retira”, ¿cómo decirlo?, en cierto sentido, corta aquel lazo que
vincula su pensamiento a los objetivos percibidos por los sentidos. Y así
adquiere aquel desprendimiento o libertad frente al mundo exterior. Como resultado, no se siente turbado por la percepción
de las cosas o su recuerdo, ni amenazado por los sucesos presentes o pasados; y
así, el desposeído se instala definitivamente en la región de la serenidad.
* * *
Para que un buque mercante, amarrado
con gruesos cables a un dique, pueda surcar los mares, es necesario soltar
previamente esas amarras. Para. sentirse libre y pleno en la vida, el hombre
necesita renunciar, soltar los tentáculos apropiadores. Es verdad: hay que
luchar para poner en pie un mundo más humano; pero hay que luchar sin
esclavitudes interiores, con pasión y paz.
Desasirse equivale a tratarse a sí
mismo y al mundo con una actitud apreciativa y reverente; no malgastar
energías; avanzar hacia la seguridad interior y la ausencia de temor; caminar
incesantemente de la servidumbre a la libertad. Y libertad significa dar curso
libre a todos los impulsos creadores y benevolentes que yacen en el fondo del
hombre.
Son los des-poseídos y los
des-asidos de sí mismos los que entran en contacto con la verdad. Y verdad es
igual a libertad. Son ellos, los pobres, los sabios, los despiertos, los que
renunciaron a las ficciones egolátricas, los que poseerán el reino de la
serenidad.
Despertar es, en alguna medida,
dejar de sufrir.
Al quitarse el velo y soltar las
amarras adhesivas, las facultades mentales comienzan a funcionar sin inquietud,
apaciblemente. Al des-asirse, no se altera la actividad del hombre, pero sí el
tono interior, el clima general.
Cuando el hombre queda desposeído,
una gran libertad se apodera al instante de todo su ser, sintoniza fácilmente
con la realidad y la percibe en plenitud. No s6lo percibe objetivamente el
mundo, sino que, al soltarse de sí mismo, entra en la gran corriente unitaria,
en el reino del amor.
Con otras palabras: al dejar de
aferrarse a sí mismo, adquiere esa formidable facultad de receptividad o
acogida.
Como el corazón vacío no abriga
ambición alguna ni alienta intereses sobre las criaturas, primeramente las
contempla en su esencial virginidad: la rosa es fragante; Antonio, sencillo;
las nubes, benéficas; el proyecto no tuvo éxito; la actuación de fulano ha sido
notable... Y, en segundo lugar, una profunda corriente de unidad y amor se
establece entre los seres y el des-poseido. El des-asido, pobre y vacío, ofrece
un amplísimo espacio libre, a donde, en un gran movimiento de retorno, regresan
las criaturas y son acogidas en una gozosa unidad. Donde hay pobreza, hay amor.
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