Es el cerebro
el que produce las corrientes neuroeléctricas y neuromagnéticas, las cuales se
van instalando en las diversas panes del cuerpo. Hay unas zonas del cuerpo más
acumulativas que otras. Como efecto de esta acumulación, el organismo puede
cargarse de un alto voltaje eléctrico y la persona sentirse tensa.
Toda tensión es un esfuerzo, y todo
esfuerzo, una quema de energías. Esta quema puede ser útil o inútil. Si la
tensión se canaliza para el logro de un gran propósito, es un esfuerzo
positivo. Lo lamentable es cuando la energía es desperdiciada inútilmente. Y
no sólo puede ser un desperdicio inútil, sino también, y sobre todo, nocivo.
Y así nos encontramos con
personas que viven día y noche en un tenso estado general, con el rostro
crispado y la musculatura contraída, circunstancias ideales para que se
produzcan los estados obsesivos y angustiosos. Y así, la persona llega a
sentirse impotente, infeliz.
La desgracia más grande es disponer
de tiempo y no poder ocuparlo más que con la inquietud.
* *
*
Salta a la vista el hecho de que las
emociones fuertes, como la cólera, perturban la respiración, y las situaciones
internas, como el temor, o agentes externos, como los desafíos, colocan el
sistema neuromuscular en una tesitura tensa que consume grandes energías. Al
quemarse tantas energías, el cerebro tiene que acelerar la producción, con lo
que se produce la fatiga mental, que, en otras palabras, no es más que
debilidad mental. Y éste es el terreno abonado, como dijimos, para la ansiedad
y la depresión.
Nosotros
aquí vamos a invertir el proceso. Trataremos de ubicar, mediante la
concentración, las zonas crispadas, que las soltaremos mediante la relajación.
Y así ahorraremos grandes dosis de energía neuroeléctrica, con lo que el
cerebro no necesitará trabajar tanto, sino que descansará.
Este
descanso originará muy pronto el fortalecimiento, y ello, con otras palabras,
equivale a recuperar el dominio de sí y la unidad interior. Y así nacerá el sosiego, y
habitaremos de nuevo en la región del descanso y de la paz.
Necesitamos tener una habitación
interior a donde poder retirarnos cuando lo necesitemos; una habitación
agradable, llena de riquezas: serenidad, energías positivas, ilusión de
vivir...
El dominio de sí, la libertad, no es
un don, sino una Conquista.
Orientaciones.
1) Al
principio es conveniente practicar estos ejercicios con una cierta rigidez.
Pero, en la medida en que se va progresando, la misma práctica dará al
ejercitante la sabiduría para realizarlos con espontaneidad creativa. Como la
experiencia es maestra de la vida y cada persona experimenta un mismo ejercicio
de diferente manera, es conveniente y lógico que cada persona vaya haciendo sus
adaptaciones personales, introduciendo variantes en cuanto al tiempo y otros
matices.
2) Lo ideal es, pues, que cada persona
experimente gran parte de estos ejercicios, se vaya quedando con aquellos que
mejores resultados le produzcan y acabe por hacerse su propia síntesis vital,
un método práctico para vivir en la serenidad.
3) Nos permitimos recordar lo que dijimos
al principio a propósito de la paciencia:
— Si quieres saborear la fruta de la serenidad,
es imprescindible reordenar el programa de actividades y reservar espacios
libres para practicar diariamente los ejercicios.
— Un mismo ejercicio, ejecutado en diferentes
momentos, produce diferentes resultados a una misma persona.
— Los resultados no serán, pues, uniformes,
sino imprevisibles.
— Un mismo ejercicio hoy puede dejarte
relajado, y mañana, quizá, tenso.
— Cuando creías que todo marchaba bien, de pronto
puede tomarte una crisis de angustia.
— El avance será, pues, lento y zigzagueante.
— En todo caso, vale la pena dedicarse asidua y
ordenadamente a estas ejercitaciones, porque en ellas se juega el problema de
la calma y de la serenidad.
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