Quienes sufran
de angustia vital deberán tener en cuenta varios presupuestos: a) no sanarán
radicalmente: ya hemos explicado con largueza que la constitución genética
acompaña a la persona hasta el final; b) pueden, sin embargo, mejorar considerablemente,
hasta el punto de tener la sensación de ser verdaderamente felices.
Quienes sufran
de angustia reactiva —es el caso de la mayoría— pueden liberarse de ella por
completo, hasta llegar a adquirir una completa serenidad interior y el gozo de
vivir.
Unos y otros deberán tener presentes y llevar a la práctica las
consignas expresadas anteriormente: salvarse a sí mismo; todo será un proceso
lento; habrá retrocesos, lo que no debe asustar; perseverar pacientemente en
el trabajo de liberación; adquirir el dominio mental; buscar herramientas de
liberación en el capítulo siguiente.
Los sedantes o tranquilizantes
constituyen el 20 por 100 de los fármacos, lo que es una exageración. Estos
depresores, siempre que se tomen por prescripción médica, pueden aportar un
alivio temporal en situaciones de emergencia; pero con su uso prolongado e
indiscriminado el organismo se habitúa, y se hacen necesarias dosis cada vez
mayores, produciendo una completa dependencia.
No es necesario recordar cómo el
alcohol y las drogas van deteriorando paulatinamente el sistema cerebral y su
normal funcionamiento. Y ya se sabe cuál es el final de estos desarreglos.
Conversar, fumar, tomar café, etc.,
no son una solución, sino una evasión. Todo es inútil. No hay manera de
evadirse. El enemigo está adentro; el problema es cómo enfrentarlo con los ojos
abiertos y reducirlo.
* * *
Reevaluación. Cuando una
persona se enfrenta con una situación amenazante, por lo general no es capaz de
efectuar un correcto juicio de evaluación sobre el grado de amenaza, debido al
sobresalto, la sensibilidad del sujeto o simplemente por no tener una perspectiva
de análisis suficiente. Por todo ello, no rara vez sobreestima la peligrosidad
de la situación, y surge la angustia.
Estas son las reglas de oro
para mitigar la angustia: detenerse, pensar que estoy sobredimensionando el
volumen exacto de la amenaza; volver a colocar los hechos en una perspectiva
más objetiva; contar la situación angustiosa a una persona amiga y equilibrada;
aplicar a la situación las orientaciones del capítulo Relativizar y del
apartado Despertar.
Abandono. No hay antídoto más
poderoso para vencer, casi infaliblemente, toda y cualquier angustia, que la
doctrina del abandono. De ella se hablará más adelante. Eso sí, el abandono
presupone una fe viva. Quienes la tengan, allí encontrarán la liberación.
Dejar, soltar. En largas
páginas de este mismo capítulo hemos visto que gran parte del sufrimiento es
de origen subjetivo, y, por consiguiente, la angustia es una resistencia
mental. El lector encontrará en esas páginas orientaciones de sentido común
para mitigar grandes dosis de angustia.
Relajamiento. En fin de
cuentas, la angustia no es otra cosa sino una tensión del sistema nervioso. Un
sistema nervioso relajado no conoce la angustia. Todos los ejercicios de
silenciamiento y relajación ayudarán de una manera eficaz a mitigar la
ansiedad.
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