Salvarse
“Sutil, misterioso y profundo
es el verdadero sabio,
hasta hacerse inasequible,
atento como el que avanza sobre
el río helado,
rústico como un tronco de árbol,
humilde como la nieve que se
derrite,
vacío como el valle,
simple como el agua”.
Lao-Tzé
“Voy a crear un cielo nuevo y una
tierra nueva:
de lo pasado no habrá recuerdo
ni vendrá pensamiento,
sino que habrá gozo y alegría
perpetua”.
Isaías
“Si eres puro,
la cobra puede picarte,
mas tú no tendrás fiebre.
Pero ¿cómo podría picarte
si eres puro?”
Ramdranath
Para colocamos en el contexto exacto, me permito recordar algunas
precisiones.
1) Como dijimos anteriormente, al utilizar la
palabra salvarse no nos referimos a aquella obra salvífica realizada por el
Señor Jesús, por la que nos libró del pecado y de la muerte, salvación que se
consumará en la gloria eterna. Antes bien, entendemos la palabra salvarse en
su acepción corriente y vulgar.
2) Pensando que la fe de mucha gente es tan
débil que no constituye una fuerza eficaz para transformar el sufrimiento en
fuente de paz, seguimos prescindiendo todavía en este capítulo de los
presupuestos de fe y entregando medios humanos para atenuar o suprimir el
sufrimiento. No obstante, el lector habrá podido advertir que el plan que
estamos presentando es, según creemos, netamente evangélico, por su carácter
liberador.
3) Permítanos el lector recalcar otro concepto
ya expresado al principio: no estamos propiciando un hedonismo egocéntrico y
cerrado: liberar al hombre del sufrimiento y hacerlo feliz. Ciertamente, ése ya
sería un programa grandioso, y, de hecho, ése es el objetivo de todas las
ciencias del hombre. Pero, en nuestro caso, queremos trascender ese objetivo:
buscamos dejar al hombre en tales condiciones que sea capaz de amar.
4) En el presente capítulo, al hombre liberado o
que está en camino de liberación lo denominaremos sabio.
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