En todo hombre normal existen pequeñas alteraciones vitales, pero no
pueden ser consideradas como depresión. Una cosa es la tristeza motivada de las
personas normales (están tristes porque han recibido una mala noticia) y otra
cosa es la tristeza inmotivada de los melancólicos.
Pero también a las personas
normales pueden sobrevenirles tristezas no-motivadas. Incluso puede producirse
una tristeza motivada, desaparecer el motivo y pasar a convertirse en tristeza
vital, típica de los melancólicos.
Hay también personalidades que
desde el nacimiento hasta la muerte son genéticamente tristes o melancólicas,
y, sin embargo, no tienen propiamente depresiones, porque no hay en ellas
alteraciones profundas, si bien se mantienen en un estado permanente de mal humor
y pesimismo. No se puede llamar depresión a cualquier tristeza; por ejemplo, a
la causada por una profunda desilusión o a una actitud de un tipo hirsuto.
Hasta puede suceder que un temperamento normal mente melancólico tenga
una “caída” de ánimo sin que pueda calificarse como depresión, porque falta
profundidad, duración o frecuencia en la crisis.
Tampoco hay que confundir la
depresión con la opresión. A muchas personas, debido a las características de
su estructura somática, un día con nubes bajas o una pesada presión atmosférica
les causa un estado oprimente, hipotensión y dificultades respiratorias, todo
lo cual no es, ciertamente, depresión.
El misterio del hombre es tan único
e inédito, que hay personas a las que unas nubes negras o una baja presión
atmosférica les provoca euforia, y los días radiantes, opresión y tristeza.
¡El hombre, “ese desconocido”!
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