Te vas o no te vas; haces o dejas de hacer; dices o dejas de decir; y la
gente, a tu derredor, comienza una retahíla de interpretaciones y suposiciones:
vino para encontrarse con tal persona; no vino por no comprometerse con tal o
cual cosa; se fue allí con aquella intención; dijo esto, pero quería decir
aquello... Y la gente proyecta en ti sus propios mundos, lo que ellos harían,
interpretaciones completamente subjetivas y gratuitas, que con frecuencia pisan
el terreno de la calumnia. Y así comienza a formarse una imagen distorsionada
de ti, que va tomando cuerpo y convirtiéndose en tu caricatura. Es injusto.
Te presentaste por única vez ante
determinadas personas. No estuviste feliz: salió a relucir aquel típico rasgo
negativo de tu personalidad. Desde entonces, para esas personas, tú eres aquel
rasgo, como si todo tú entero fueses ese defecto. Una burda caricatura nuevamente.
Peor aún; a veces, ni siquiera se trata de un rasgo, sino de un desacierto
incidental. Pues bien: desde ahora muchos te identificarán por aquel
incidente, olvidándose de toda la polivalente complejidad de tu personalidad.
Si
acaso hubo en ti una tardía maduración intelectual y tus estudios fueron poco
brillantes, tus compañeros de estudio conservarán para siempre una imagen
mediocre de ti, aquella imagen de tus tiempos de estudiante, aunque ahora
ocupes la presidencia del Banco Central.
* * *
El lugar de trabajo, a veces, para
mucha gente es un lugar de tortura. De pronto, se trata de un jefe inseguro,
y, por eso mismo, arbitrario y prepotente; y hay que aguantarlo, porque de otra
manera podrías arriesgar tu empleo. Otras veces estás rodeado de tipos desagradables,
que, por resentidos, no pueden dejar de disparar contra ti dardos envenenados y
cuya única satisfacción es molestar y herir. Tampoco faltarán los ambiciosos,
que, mediante intrigas y zancadillas, te hagan la vida imposible.
Otras
veces, el vecindario es un infierno de chismes, en el que apenas se puede
respirar. Llevan y traen cuentos, inventan y aumentan historias. Vigilan, fiscalizan.
Siempre el otro.
* * *
Pero
el infierno puede estar también dentro de casa. Ahí está ese mar dilatado y
profundísimo: el matrimonio. No entraremos, sin embargo, en esas aguas, con la
lupa analítica. Las alternativas de la vida matrimonial tienen, en realidad,
una complejidad casi infinita, y sólo para hacer un somero análisis
necesitaríamos largas páginas.
Tan
sólo dejamos aquí, de paso, este apunte: para mucha gente, la vida de
matrimonio constituye la fuente principal de sinsabores.
Otras
veces, el motivo de preocupación y sufrimiento son los hijos, sobre todo
cuanto están atravesando la borrascosa juventud.
Con
demasiada frecuencia, lo que distingue a los hijos son esas dos típicas
características: el egoísmo y la ingratitud. Los hijos, no raramente, buscan a
sus padres siempre y cuando, y en la medida en que los necesitan, por puro
interés. No es raro encontrarse con casos en los que las madres, de edad ya un
tanto avanzada, acaban transformándose poco menos que en empleadas de sus
hijos.
Parece
que va en la esencia de padre el dar, y, por cierto, gratuitamente, y en la
esencia de hijo el recibir. Por eso, muchos hijos se sienten con todos los
derechos para exigir.
* * *
iCómo
has deseado, durante años, que tal persona te brindara su confianza y amistad;
pero ha sido inútil; ella no te abrió nunca las puertas!
El
que está a tu lado ha interpretado mal una expresión tuya. Llevas días
tratando de dar explicaciones para despejar el equívoco, pero él continúa
dolorido.
En el
equipo de trabajo te ha fallado aquella persona en la que más confiabas.
Te
dominaron los nervios y levantaste la voz. La otra se quedó en silencio. No
dijo nada. Le pediste disculpas de rodillas, pero ella continúa con la boca
cerrada; y ya han pasado tres meses.
No
hay manera de que seas aceptado y acogido en el grupo en el que vives o
trabajas. Y te sientes mal.
Nunca
hubieras esperado que tu amigo acabara de esa manera.
Pusiste
fuego y alegría, luchando durante años para formar ese grupo, un grupo de gente
responsable y valiosa. Han pasado los años, y los resultados están a la vista:
todos, casi todos, te han defraudado. ¡ Quién lo hubiera pensado!
No se
sabe por qué, pero siempre habías abrigado la ilusión de que tal persona te
aceptara y estimara; pero ella continúa distante, con su mirada fría y sesgada.
Siempre
el otro...
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