Noche oscura,
agonía lenta, soledad desolada, desgana infinita, tedio mortal..., y la
letanía podría continuar sin fin. Es la depresión. La llaman también
melancolía. No hay sufrimiento que se le pueda equiparar.
Frecuentemente me he encontrado
con personas aquejadas de diversos síntomas y grados de depresión. Y he sufrido
viendo cómo sufrían. He sentido en mi propia carne el aguijón de la impotencia
no pudiendo hacer nada, casi nada, por ellas. Cuatro o cinco personas,
excelentes criaturas, a quienes yo había ayudado largamente, en un momento de
crisis aguda optaron por renunciar a la vida. A lo largo de los años he ido
llenando innumerables páginas con observaciones y apuntes sobre este estigma de
la humanidad contemporánea.
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