Las funciones
psicológicas, como dijimos, no pueden tener lugar independientemente de los
procesos fisiológicos, y éstos, a su vez, siempre están implicados en la
estructura orgánica.
Desde que se comprobó un
aumento de secreción de adrenalina en situaciones de ira y miedo, se comenzó a
buscar un sustrato bioquímico en las diferentes reacciones afectivas, por
ejemplo, en la depresión.
Hace pocas décadas, numerosos
estudios bioquímicos entregaron, como conclusión, la teoría de la relación
entre las catecolaminas y los accesos maníaco-depresivos. Según estos estudios,
en la depresión habría un descenso en el metabolismo de las catecolaminas,
mientras habría un aumento en la fase maníaca.
Posteriormente surgió la hipótesis
que relaciona la serotina con los trastornos depresivos en general.
Efectivamente, se ha comprobado una disminución de la serotina en los suicidas
y, en general, en los estados depresivos.
* * *
Ultimamente, nuevas investigaciones
bioquímicas han propuesto una teoría dualista que explicaría las distintas
formas de depresión. Según esta teoría, el misterio del trastorno depresivo se
encontraría en el juego de balanza entre la serotina y la noradrenalina. En las
depresiones en que prevalecen las agitaciones, como taquicardias, disturbios
gástricos..., habría un aumento de noradrenalina respecto de la serotina. Y en
la depresión, en que predomina la desgana, el abatimiento..., habría una
elevación de la serotina en relación con la noradrenalina.
Por último, otra hipótesis supone
una alteración enzimática en el metabolismo de las catecolaminas que
produciría metabolitos tóxicos, que originarían o al menos favorecerían la
aparición de los trastornos depresivos.
Todas estas teorías e hipótesis
están apoyadas en el hecho de que la mayoría de los antidepresivos actúan
aumentando el nivel de las catecolaminas.
Todas
las investigaciones, en general, estarían apuntando en dirección a lo que la
observación de la vida nos dice y que hemos señalado más arriba, a saber: que
existe una íntima relación entre la crisis de depresión y la constitución
endocrina; y que, según el funcionamiento glandular, hay personas nada
propensas, poco propensas o muy propensas a los accesos depresivos.
* * *
Otros estudios aportan una luz sobre
los mecanismos cerebrales relacionados con los disturbios depresivos. En
efecto, aproximadamente en un 40 por 100 de los deprimidos se han constatado
anomalías en ciertos neurotransmisores, sustancias químicas que aseguran la
transmisión de la información entre las células cerebrales.
Al estudiar las depresiones
profundas, los investigadores han constatado igualmente que ciertas hormonas
participarían en las perturbaciones observadas; el cortisol, por ejemplo, que,
segregado por las glándulas suprarrenales, ejerce tantas funciones sobre el
organismo que se le ha llamado “hormona para todo”.
Igualmente, la ciencia observa con
mucho interés el papel que ejercen las hormonas sexuales. Por ejemplo, se sabe
con certeza que las hormonas femeninas juegan un papel importante en la
modulación del humor, lo que se hace patente durante el ciclo menstrual y la menopausia,
períodos en que aumentan sensiblemente las crisis depresivas y los intentos de
suicidio.
La investigación suscita, pues,
bastante esperanza de cara al futuro de la depresión, sin olvidar los trabajos
que, por su parte, realizan los psicólogos. Porque si en los trastornos
profundos predominan los elementos biológicos, en cambio, en los disturbios
menos profundos suelen primar los factores psicológicos.
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