“Felices los pobres y los vacíos de sí,
porque de ellos es el reino de la serenidad”.
Vacío mental
Escoge un lugar tranquilo. Siéntate
en una posición cómoda. El tronco y la cabeza deben permanecer erectos; las
manos, colocadas sobre las rodillas, a ser posible con las palmas hacia arriba.
Mantén los ojos abiertos y fijos (pero no tensos, sino relajados) en un punto que
esté ubicado frente a ti, a una distancia menor de un metro. Suelta todo el
cuerpo varias veces, hasta que lo sientas equilibrado.
Concéntrate
en tu respiración. A ser posible, haz la respiración abdominal. Recuerda que
toda respiración consta de inhalación (absorción de aire) y exhalación
(expulsión de aire). Respira por la nariz, inhalando tanto aire cuanto puedas,
no fuerte o ruidosamente, sino suavemente. Luego exhala
tranquila y lentamente, expulsando el aire hasta vaciar completamente los pulmones.
Al exhalar, pronuncia suavemente (mental o vocalmente) la palabra “nada”,
sintiendo la sensación de nada, que todo tu ser se vacíe, al tiempo y de la
misma manera que se vacían de aire los pulmones. Vuelve a inhalar, y vuelve a exhalar
pronunciando nada, sintiendo que todo tu ser se relaja, que tu cerebro,
brazos, estómago, piernas, quedan vacíos. Lo decisivo es
permanecer el mayor tiempo posible con la sensación de mente vacía.
Al
principio, tu mente no se vaciará tan fácilmente; al contrario, las imágenes
rebeldes te acompañarán. Es normal. No trates de expulsar por la fuerza los
pensamientos, no les des importancia, déjalos, suéltalos. Y vuelve a sentir el
vacío al pronunciar “nada” durante la exhalación. Paulatinamente irás
consiguiendo esa sensación sedante de serenidad en todo tu ser, como si la nada
te cubriera de la cabeza a los pies y te penetrara. Es un descanso profundo.
Puedes hacerlo durante unos diez
minutos después de levantarte y diez minutos antes de acostarte. Puedes
hacerlo también durante el día, cuando te sientas tenso o cansado. Y, de todos
modos, cuanto más tiempo dediques a esta ejercitación, mejor. Si al hacer este
ejercicio te sientes soñoliento o demasiado rígido, déjalo para otro día.
No me cansaré de repetirlo: el secreto
del éxito está en la práctica tenaz y perseverante, sin impaciencias y
tranquilamente. Se avanza paso a paso. La clave está en repetir y repetir el
ejercicio, mejorando cada vez un poco más los efectos. De pronto comenzarás a
percibir que las obsesiones ya no te dominan como antes, las tensiones se
sueltan, las ansiedades desaparecen, que duermes mejor, que eres más paciente y
que estás recuperando el gusto de vivir. Hay que continuar y continuar
incansablemente en la práctica diaria.
Ahora bien, ¿a dónde nos lleva este
vacío mental?
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