Querido hijo, la ancianidad vino a mi encuentro. Cuando, comiendo, me ensucie; cuando no pueda vestirme, tené paciencia. Recordá las horas que pasé enseñándotelo.
Si cuando hablo o repito las mismas cosas, no me interrumpás, escuchame.
Cuando eras pequeño, a la hora de dormir te tuve que explicar mil veces el mismo cuento hasta que te entraba el sueño.
Cuando veas mi ignorancia sobre las tecnologías, te pido que me dés el tiempo necesario y no me mirés con tu sonrisa burlona.
Ahora te toca acompañarme en mi duro caminar. Ayudame a acabar mi camino con amor y paciencia. Yo te pagaré con una sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido. Te quiero hijo. Tu papá
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