sábado, 8 de diciembre de 2012

Vías de liberación


Quienes sufran de angustia vital deberán tener en cuenta varios presupuestos: a) no sanarán radicalmen­te: ya hemos explicado con largueza que la constitución genética acompaña a la persona hasta el final; b) pue­den, sin embargo, mejorar considerablemente, hasta el punto de tener la sensación de ser verdaderamente felices.
Quienes sufran de angustia reactiva —es el caso de la mayoría— pueden liberarse de ella por completo, hasta llegar a adquirir una completa serenidad interior y el gozo de vivir.
Unos y otros deberán tener presentes y llevar a la práctica las consignas expresadas anteriormente: salvarse a sí mismo; todo será un proceso lento; habrá retrocesos, lo que no debe asustar; perseverar paciente­mente en el trabajo de liberación; adquirir el dominio mental; buscar herramientas de liberación en el capítu­lo siguiente.

            Los sedantes o tranquilizantes constituyen el 20 por 100 de los fármacos, lo que es una exageración. Estos depresores, siempre que se tomen por prescripción mé­dica, pueden aportar un alivio temporal en situaciones de emergencia; pero con su uso prolongado e indiscri­minado el organismo se habitúa, y se hacen necesarias dosis cada vez mayores, produciendo una completa dependencia.
            No es necesario recordar cómo el alcohol y las dro­gas van deteriorando paulatinamente el sistema cere­bral y su normal funcionamiento. Y ya se sabe cuál es el final de estos desarreglos.
            Conversar, fumar, tomar café, etc., no son una solu­ción, sino una evasión. Todo es inútil. No hay manera de evadirse. El enemigo está adentro; el problema es cómo enfrentarlo con los ojos abiertos y reducirlo.

* * *

            Reevaluación. Cuando una persona se enfrenta con una situación amenazante, por lo general no es capaz de efectuar un correcto juicio de evaluación sobre el grado de amenaza, debido al sobresalto, la sensibilidad del sujeto o simplemente por no tener una perspecti­va de análisis suficiente. Por todo ello, no rara vez sobreestima la peligrosidad de la situación, y surge la angustia.
    Estas son las reglas de oro para mitigar la angustia: detenerse, pensar que estoy sobredimensionando el volumen exacto de la amenaza; volver a colocar los he­chos en una perspectiva más objetiva; contar la situación angustiosa a una persona amiga y equilibrada; aplicar a la situación las orientaciones del capítulo Relativizar y del apartado Despertar.
            Abandono. No hay antídoto más poderoso para ven­cer, casi infaliblemente, toda y cualquier angustia, que la doctrina del abandono. De ella se hablará más ade­lante. Eso sí, el abandono presupone una fe viva. Quie­nes la tengan, allí encontrarán la liberación.
            Dejar, soltar. En largas páginas de este mismo capí­tulo hemos visto que gran parte del sufrimiento es de origen subjetivo, y, por consiguiente, la angustia es una resistencia mental. El lector encontrará en esas páginas orientaciones de sentido común para mitigar grandes dosis de angustia.
            Relajamiento. En fin de cuentas, la angustia no es otra cosa sino una tensión del sistema nervioso. Un sistema nervioso relajado no conoce la angustia. Todos los ejercicios de silenciamiento y relajación ayudarán de una manera eficaz a mitigar la ansiedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario