miércoles, 9 de enero de 2013

Respiración - I


La aspiración es el primer acto de nuestra vida, y la expiración, el último. Podemos aguantar varios días sin comer, pero no sin respirar. El oxígeno es el elemento esencial de nuestras células. El corazón y el cerebro son los órganos que más oxígeno consumen.
            Una respiración insuficiente acumula en el organis­mo muchos productos tóxicos. El estado de tensión, nerviosismo y malhumor en que vive mucha gente es debido, en parte, a una deficiente irrigación.      Normalmente, las personas que hacen su vida en oficinas, ta­lleres, etc., tienen una respiración deficiente.
           
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            Los estados anímicos influyen decisivamente en la respiración. Cuando la persona está tranquila, su respiración es apacible. Cuando está agitada psíquica o físi­camente, su respiración se torna irregular. Podemos afirmar, pues, que la respiración es el espejo de los es­tados interiores. Por consiguiente, será también correc­ta la conclusión inversa: si las tensiones interiores re­percuten en la respiración, controlando la respiración podemos influir y modificar los estados interiores.

            El pulmón es como el abanico que se pliega y des­pliega al ritmo de la respiración. Pero si, debido a esta­dos emotivos u otros factores, la respiración es más corta, en ese caso el abanico se entreabre un tercio o un cuarto de su capacidad normal; esto es, el pulmón se despliega tan sólo en su parte inferior.
            De las funciones fisiológicas autónomas, la única sobre la que podemos ejercer el control es la respiración:  tenemos la posibilidad de abrir al máximo los pliegues del abanico. En la aspiración normal inhalamos medio litro de aire. En la aspiración profunda podemos inha­lar más de dos litros de aire.

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            La respiración no debe ser forzada, sino calmada. Los que fuerzan la respiración elevan los brazos y con­traen el tórax, la mandíbula y el cuello. Esta suele ser la respiración de los nerviosos: respirar con lo alto del pecho, dilatando y contrayendo la caja torácica. Así se suele respirar después de un fuerte esfuerzo físico. Pero los nerviosos lo hacen así en toda circunstancia.
            Y lo correcto es lo contrario: lo esencial es relajarse por completo y espirar a fondo. Después, sin forzar nada, los pulmones, por sí mismos, se llenarán de aire.
            La respiración tiene que ser nasal, sobre todo la aspiración  porque es en la nariz donde se filtra el aire y se calienta antes de llegar a los pulmones. La espira­ción, no obstante, podría hacerse con la boca entre­abierta.    Cada persona debe comprobar si le va mejor de una u otra manera.
            La nariz es como el embudo de un sistema de airea­ción. El aire es aspirado por la cavidad faríngea, que actúa sobre el aire como una aspiradora.

            Respiración abdominal. En síntesis, se trata de lo siguien­te: se hinchan el abdomen y los pulmones simultáneamente. Se vacía los pulmones al mismo tiempo que se vacía el ab­domen.
            Es la respiración más relajada; trae sosiego y sereni­dad. Debe ser una respiración lenta, suave, silenciosa, sumamente tranquila y nunca forzada.
            El movimiento se efectúa principalmente en la zona inferior a la caja torácica. Por ese movimiento del aliento, el diafragma ejercita un masaje sobre el abdo­men, cuyos músculos se sueltan.

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