Por este
camino, llegamos a una halagüeña conclusión: en nuestras manos están las
llaves de oro que pueden transformar los males en bienes y los enemigos en
amigos.
La primera condición para esta
portentosa alquimia es, una vez más, despertar sacudirse el sueño, liberarse de
esa confusión nocturna, abrir los ojos y darme cuenta de que, si acepto a ese
vecino desagradable, lo convierto en un buen amigo.
Como estoy irritado, todo me
irrita. Como estoy desasosegado, todo me molesta. Las cosas-personas que me
rodean son buenas, limpias, luminosas. Es mi óptica particular, son mis ojos
los que las contemplan a través del prisma oscuro de mis descontentos; y por
eso me resultan irritantes y hostiles. El problema está ahí.
La primera llave de oro consiste en
contemplar y apreciar los lados positivos de las cosas-personas.
Si esas manos no son bonitas, ellas,
en cambio, realizan millares de prodigios; tantos, que una tercera parte de la
producción cerebral está dirigida y es consumida por las manos. ¿Pensaste
alguna vez qué sería de ti sin esas manos? ¿ Has visto alguna vez una persona
sin manos? Es una fatuidad monstruosa avergonzarse de ellas porque no tengan
bellas proporciones, cuando, en realidad, son una maravilla de la creación.
Nos dejamos deslumbrar por la envoltura de las cosas, que nos impide ver los
tesoros interiores. Somos fatuos, y estamos dormidos.
Puede ser que tus ojos no sean
hermosos, pero ¿qué sería de ti sin esos ojos, ventanas por donde penetra el
resplandor del mundo? Es tan asombrosa su anatomía que los sabios enmudecen
cuando logran captar toda su complejidad y precisión. ¿Qué sería de ti sin esos
ojos? Una noche eterna.
Puede ser que esa dentadura no sea
uniforme y blanca; pero ¿pensaste alguna vez con qué orden y sabiduría están
dispuestos y articulados esos dientes y qué admirable función desempeñan en el
sistema digestivo?
En este tu modo de ser, tal vez te
pesen y opriman ciertas tendencias negativas, como el rencor o la impaciencia.
Hasta es posible que la cruz, pesada cruz, seas tú mismo para ti mismo. Pero
¿pensaste alguna vez que, si tienes siete defectos, dispones, en cambio, de
sesenta cualidades?
Fracasaste en este último
intento; pero ¿por qué no piensas en todos los intentos que te resultaron exitosos?
¿Por qué no fijar los ojos en los focos luminosos? Mientras los demás te
consideran como un hombre de suerte y de éxito, tú, en cambio, te sientes
descontento y abatido, porque fijas la atención precisamente en los episodios
más negativos de tu vida.
* * *
Puede ser que tu compañero de
trabajo o tu vecina sean impacientes e irascibles; pero te olvidas de que
tienen un enorme espíritu de servicio, y aun, e veces, rasgos verdaderamente
conmovedores de generosidad.
En la valoración global de una
persona sucede, con frecuencia, que nos fijamos tan obsesivamente en un defecto
determinado, que acabamos identificando y definiendo a esa persona como si
‘fuese” ese defecto, evaluando toda su personalidad a través de ese defecto y
como concluyendo en la ecuación de que ella es igual a su defecto. Y muchas
veces ni siquiera se trata de un defecto, sino de una reacción esporádica y
aislada; y somos capaces de objetivar y retratar a la persona entera por ese
momento de emergencia. ¡ Una monstruosa caricatura, sin duda! Siempre dormidos.
Es necesario despertar y hacer funcionar correctamente el cuadro de valores.
De manera análoga, puede suceder
otro tanto acerca de ti mismo o de tu propia historia: un defecto tuyo o un
fracaso se te pueden fijar de tal manera que te puedes ir quedando con la
impresión global de que tu vida o tu persona han sido, o son, una calamidad.
Despierta, haz una correcta evaluación, y verás que son infinitamente más las
joyas y los tesoros que las ruinas.
Te defraudaron los amigos. Aquel
dorado proyecto se vino al suelo estrepitosamente. Un error de cálculo hizo que
el negocio fracasara. Pero, ¡cuántas lecciones aprendidas! ¡Cómo te ayudaron e
liberarte de manías de grandeza y otras obsesiones que te esclavizaban! No hay
en el mundo infortunio o contratiempo que no encierre aspectos positivos y
lecciones de vida.
Esta es, pues, la primera llave
de oro, que más adelante estudiaremos a fondo: tratar de descubrir el lado
positivo de las cosas.
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