El tiempo es
metafísicamente irreversible. No es posible hacer el viaje de regreso al
pasado a lomo del tiempo. No podemos retroceder ni un minuto ni un segundo.
Todo lo que ha sucedido desde este instante para atrás es un hecho consumado,
un imposible. Y la rememoración del pasado puede convertirse en el manantial
más abundante de tristeza y sufrimiento para la mayoría de las personas. Es
hora de despertar, y... los imposibles, dejarlos.
¿Qué diríamos de una persona que se
acercara a una pared y comenzara a darse golpes contra ella? Pues ésa es la
situación de quien se empeña en amargarse la vida recordando y reviviendo
historias dolorosas. Historias que son tan inconmovibles como los muros de una
ciudadela. Los muros de tu casa, aunque sean de hormigón, pueden ser
derribados golpe a golpe. Pero los bloques de los hechos consumados no serán
removidos ni un milímetro por los siglos.
Avergonzarse de ellos recordándolos
es como darse de cabeza contra la pared. Si nunca han de ser removidos, ¿por
qué empeñarse en empujarlos? ¿Para qué resistirlos? Déjalos.
* * *
Hace cinco años te calumniaron. Hace dos años y medio te traicionaron.
Sólo hace una semana hiciste el ridículo en un momento decisivo para tu vida
profesional. Ocho meses atrás perdió la vida en un accidente de carretera uno
de los tuyos. Hace siete semanas te viste envuelto en aquel juego de envidias y
maledicencias y estuviste a punto de perder tu empleo.
Los hechos ya están consumados.
Aunque viertas un mar de lágrimas, aunque te encolerices derramando amargura
como un volcán, todo es inútil; esos hechos no serán alterados jamás. ¿Para qué
resistirlos? Déjalos en el olvido.
Al recordarlos, les vuelves a dar
vida. Es una locura. Sólo tú eres el afectado, y sufres. Quienes tanto daño te
hicieron disfrutan ahora de la vida alegremente y nada les importa de ti.
Ellos viven su vida y tienen sus propias preocupaciones. Al removerlos en tu
recuerdo, sólo tú sufres, sólo tú te quemas. Estás dándote de cabeza contra
los muros irremediables. Es una insensatez. Despierta, y las cosas que no
tienen remedio, relégalas al olvido. Basta de sufrir.
Graba bien esto en tu mente: las
furias de tu corazón nada podrán hacer para que lo que sucedió no hubiera
sucedido.
Hay
personalidades con las siguientes características: son fuertemente subjetivas y
con tendencias pesimistas. Y,
naturalmente, viven dominadas por delirios de persecución, accesos de
suspicacia y de aprensión. Estas personas no viven, agonizan. A lo largo de los
años me he encontrado a diario con esta clase de personas, si bien con fallas
en proporciones diferentes.
Viven recordando historias pasadas,
a veces muy remotas, en las que ellas se vieron envueltas en circunstancias
desagradables; enfrentadas con personalidades importantes, por las que se
sintieron despreciadas o rechazadas, o, al menos, subestimadas. Y ahora,
después de tantos años, al recordar todo aquello, se llenan de vergüenza,
tristeza y confusión tan vivamente como si hubiera sucedido ayer mismo.
Todo es una desgraciada re-creación
subjetiva.
Cuando uno les dice: mira que estés metido en un sueño irreal, que todo
es mentira, nada de eso existe ahora..., sienten un gran alivio.
Para estos sujetos, que son muchos,
los archivos de su vida son una fuente abrumadora de tristeza. Reviven su historia
con los colores más negros. Sin darse cuenta, porque están dormidos, continúan
imaginariamente envueltos y enredados entre los pliegues de aquellos
acontecimientos, ya tan lejanos, culpando a los demás, agrediéndolos
mentalmente y esforzándose por justificarse ante sí mismos y ante los demás.
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