Les sucede
exactamente igual que al que tiene una pesadilla nocturna y la vive de tal
manera que despierta con taquicardia, sudores y otras manifestaciones características
de quien ha afrontado una lucha horrible y descomunal. Asimismo, estas personas
reviven en su imaginación historias tormentosas, hasta el punto de que
quisieran justificarse y dar explicaciones a aquellas personas ante las que se
sienten culpables, con el fin de recuperar la estima que perdieron. Reviven
fragmentos de una historia que, al hacerse presentes, les vuelven a provocar,
en mayor o menor grado, sentimientos de autocompasión o de culpabilidad.
Es un
torbellino insensato e irracional. Una recordación y escenificación de una cabeza
loca. Todo es mentira. Hay que despertar, liberarse de esas quimeras y respirar
en paz. ¡Basta de sufrir!
Ya hemos dicho que los hechos
consumados están anclados para siempre como muros inamovibles e
indestructibles. Déjalos estar allí donde estén. Al recordarlos, te estás
destruyendo. Ten piedad de ti mismo y no seas tu propio verdugo. Suelta todo,
respira y sé feliz.
¿Qué le diríamos a alguien que
tomara una brasa ardiente en sus manos? Le diríamos: ¡cuidado, suelta esa
brasa, porque te vas a quemar! Eso mismo es lo que uno se ve obligado a gritar
muchas veces para despertar a quienes estén dormidos sobre carbones encendidos.
Y “soltar” quiere decir retomar el control de la mente, desligar la atención de
aquellas escenas o personas, tranquilizar los nervios y recuperar la serenidad
del espíritu.
* * *
Lo que acabamos de decir les sucede
sobre todo a quienes tienen tendencias marcadamente subjetivas. Pero, en
general, para la mayoría de las personas, los archivos de su vida se convierten
en surtidores de agua hirviente: estén tristes porque recuerdan cosas tristes,
y al recordarlas, les dan vida, abriendo de nuevo las viejas heridas, que nunca
dejan cicatrizar totalmente.
Por obra y gracia de una fantasía
siempre activa, repiten una y otra vez los platos más amargos de la vida, lo
que acaba cegándoles las fuentes de la alegría de vivir.
En todo momento, estas personas
deben estar atentas a sí mismas, porque, al menor descuido, vuelven a
“dormirse” y regresan a los campos minados de los recuerdos más ingratos, y su
corazón comienza a sangrar de nuevo.
Es indispensable estar alerta y
advertir que es una insensatez revolver los archivos que contienen una historia
irremediablemente muerta. Es lo que expresa muy bien el refranero popular:
“Agua que no has de beber, déjala correr”, o, como aconseja el Evangelio:
“Deja que los muertos entierren
a los muertos”. Deja que las hojas caídas se descompongan y mueran. Tú mira
hacia adelante, y cada mañana comienza a vivir de nuevo.
Aquellas personas que
influyeron tan negativamente en momentos decisivos de tu juventud, aquellas
equivocaciones que más tarde tanto lamentaste..., déjalas, que las arrastre la
corriente del olvido.
Aquel fracaso, que, por ser el primero, te hirió tan
mortalmente que por muchos años respiraste por esa herida, aquellas
hostilidades nacidas de ruines envidias, aquella zancadilla artera, aquellas
incomprensiones, aquellas medias verdades, más perniciosas que la calumnia,
que arruinaron tu prestigio..., déjalo todo, que lo arrastre la corriente a la
región del olvido.
Los que nunca te apreciaron, los que
siempre te despreciaron, aquella crisis afectiva que fue como un vendaval para
el proyecto de tu vida, aquel descalabro en tus negocios que remeció la
economía doméstica, aquellos ideales que nunca pudiste realizar..., déjalo
todo en la paz de los muertos, y tú, vive.
Las
aguas que pasaron, no vuelven a pasar. Requiem sobre las hojas muertas y los
archivos olvidados. Tú levanta la cabeza, abre los ojos, mira hacia adelante y
avanza hacia un mundo de alegría y esperanza
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