En segundo
lugar, debes ir adquiriendo aquel poder mental al que nos hemos referido más
arriba, y que ampliaremos en el capítulo III: la capacidad de desligar, de
interrumpir la actividad mental a voluntad, la posibilidad de desviar de grado
el curso del pensamiento y de las emociones, la sublime aptitud para hacer un
vacío total o suprimir momentáneamente la actividad pensante, deteniendo el
motor de la mente y su consiguiente producción de ideas...
De esta manera se ahorra un gran
caudal de energía cerebral. Y debido a este ahorro, el cerebro no necesita
trabajar tanto. Al no trabajar tanto, la mente descansa y se fortalece.
Y así es como se puede alcanzar el
pleno poder mental, esto es, la posibilidad de ser yo el único árbitro de mi
propio mundo, en lo que consiste la libertad interior, y, en gran parte, la
felicidad.
Para aplicar este remedio es
necesario, naturalmente, un trabajo previo de entrenamiento por medio de los
ejercicios que entregaremos. Pero vale la pena someterse a una práctica
constante. Para muchas personas puede ser éste el único camino para la tan
deseada tranquilidad mental.
* * *
Finalmente, para liberarse de las
obsesiones, al menos en muchos casos, será necesario practicar ejercicios de
concentración, relajación y silenciamiento interior. Y, asimismo, dedicarse a
meditar sobre la relatividad de hechos y cosas; a reevaluar y objetivar todo lo
que el sujeto estaba distorsionando y sobredimensionando en su mente,
reduciéndolo a sus justas dimensiones y situándolo en su lugar exacto. Todo
ese material lo encontrará el lector en este libro.
En algunos casos, las obsesiones
desaparecerán totalmente, y acaso, para siempre. Pero no sucederá así con
quienes, por constitución genética, son portadores de tendencias obsesivas.
Estos deberán permanecer en una perpetua vigilia de armas, porque en el momento
en que entre nuevamente en acción un estímulo exterior, o simplemente los
domine interiormente la fatiga o la dispersión, pueden entrar de nuevo en
crisis.
En resumen, la “salvación” no se te
va a dar como un regalo de Navidad. Eres tú mismo quien debes salvarte a ti
mismo.
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