La diversidad de formas, color y comportamiento de los individuos es,
pues, el resultado de los múltiples acoplamientos de los genes.
Así pues, los diversos procesos
de segmentación y cruce de cromosomas, al igual que las mutaciones e
influencias exteriores a la programación de los genes, mantienen
inimaginablemente alto el número de combinaciones posibles; y de ahí provienen
los casi infinitos matices humanos en las tendencias, actitudes, reacciones,
impulsos de las personas, y, en una palabra, ahí reside el misterio único e
irrepetible de cada personalidad.
Numerosos estudios señalan la
relación de un gen con fases y aspectos del comportamiento sexual, por ejemplo,
en los animales inferiores y superiores. Se ha demostrado que determinados
genes, según sus combinaciones, originan y explican en gran parte los innumerables
matices del modo de ser y el comportamiento de una persona: la creatividad, la
afectividad, la intrepidez, la inhibición, el color de la piel, de los ojos o
del cabello, la altura o la obesidad, la reactividad emotiva, la actividad
locomotora, la capacidad intelectual, dificultades o facilidades de
adaptación; los impulsos sexuales, las tendencias depresivas, la capacidad de
lucha, las reacciones primarias y secundarias...
En las anomalías también es
considerable el peso de la herencia. Se sabe, por ejemplo, que las alteraciones
del metabolismo de la fenilanina deterioran el tejido nervioso y rebajan
dramáticamente la capacidad intelectual. Otros trastornos, como la parálisis,
desarreglos neuróticos o la demencia progresiva están relacionados con cienos
genes dominantes. Está demostrado que las mujeres que carecen del cromosoma X
tienen trastornos en el desarrollo sexual y notables deficiencias en la
inteligencia perceptiva y espacial.
Los experimentos que se siguen
realizando en numerosos laboratorios del mundo están confirmando que los
principales rasgos de la personalidad, como la inteligencia, las aptitudes, la
emotividad, la extroversión y, tal vez, las grandes psicosis, están ligados a
una combinación de genes.
El organismo está compuesto por
diversos líquidos, huesos, piel, tejido muscular y nervioso. Hay una
interacción profunda entre los procesos fisiológicos y los procesos de
personalidad.
No se sabe la fórmula exacta, pero
existe una evidente y profunda interdependencia entre las funciones
cerebrales-glandulares y la conducta humana. Si se lesiona una determinada
zona cerebral, hay una inmediata repercusión en ciertos aspectos del
comportamiento. Un funcionamiento deficiente del hipotálamo, de la hipófisis o
de las glándulas suprarrenales pueden explicar las desviaciones o excesos de un
determinado sujeto en la conducta sexual.
La
impulsividad y la afectividad están determinadas, frecuentemente, por el
equilibrio endocrino
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