Las representaciones obsesivas se dan en la más variada gama de
matices, tonalidades e intensidad.
El pueblo se expresa con una
frase plenamente certera y feliz cuando dice: se le pone, se le puso.
Una mujer vivió durante muchos
años cuidando de su padre, enfermo, y lo hizo con esmero y cariño. Meses
después de fallecido el progenitor, se le puso en la cabeza a la hija que no
había cuidado con suficiente solicitud a su padre mientras vivió. Se daba
cuenta de que este pensamiento no tenía base alguna, pero no podía evitar que
la dominara; y la dominó hasta el punto de que, cuando yo la conocí, vivía en
una angustia mortal, al borde de la depresión.
Hay personas a las que, en lo mejor
de una fiesta o en el día más feliz, se les pone la idea de que aquello va a
acabar; y esta idea las domina de tal manera que las incapacita totalmente para
disfrutar.
He conocido personas a quienes le
sucede lo siguiente: al acostarse, por la noche, se les pone la obsesión de
que, si se duermen, la muerte les va a sorprender en pleno sueño y van a morir
sin darse cuenta. Y esta idea fija les provoca una ansiedad tal que les impide
dormir.
En los preparativos del viaje abren
siete veces las maletas para comprobar si han metido algún objeto importante,
u otras tantas veces vuelven a casa o se levantan de la cama para averiguar si
la puerta estaba bien cerrada, o necesitan lavarse las manos o los dientes una
y otra vez.
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