Es como la
blanca termita, que, silenciosa e invisible, avanza por las entrañas de la
madera, hasta corroerla y debilitar los fundamentos del edificio; es como la penumbra
que, imperceptiblemente, se desliza en los aposentos interiores a la hora del
crepúsculo: por no ser luz, no es amada; por no ser oscuridad, no es temida. Y así, pasa desapercibida. Se la llama rutina.
No es carcinoma ni tampoco un
virus. No aparece tipificada en ningún cuadro patológico. Los profesionales no
la conocen, o al menos no se preocupan de ella. Por eso nadie estudia su
etiología ni se buscan remedios para combatirla. No se mete en aventuras ni se
mezcla en escándalos. Pasa tan desapercibida, que nadie se asusta ni siquiera
de su sombra.
* * *
Sin embargo, y por lo dicho, la
rutina es la fuerza más desestabilizadora de las instituciones humanas y de la
vida misma. Por de pronto, es, sin duda alguna, el roedor más temible de la
institución matrimonial. Más allá de los problemas de adaptación que pueden
surgir entre los esposos, ya desde el viaje de luna de miel comienza la rutina
a socavar las raíces de la ilusión y
el amor.
Se hace presente en las oficinas de
los profesionales, en las actividades de los sacerdotes, en las tareas maternales,
en la vida de las comunidades y los grupos; en fin, se apodera de todo el
quehacer humano, hasta reducirlo todo a monotonía y aburrimiento. Por los efectos
de la rutina, las personas experimentan una constante caída de tensión en sus
compromisos, pierden el ímpetu inicial, aflojan en el entusiasmo. Y aparece la
apatía, desfallece la ilusión y se hace presente la tibieza. Nada es frío ni
caliente, y por eso todo acaba causando tedio.
Una preciosa melodía que hoy nos
arrebata, luego de escucharla quince veces, ya no nos gusta tanto, porque se
nos está gastando. Si la oímos treinta veces, acaba por aburrirnos; y después
de escucharla cincuenta veces, nos produce hastío. Un manjar exquisito,
repetido durante varios días, mañana y tarde, primero cansa; luego, fastidia,
y, finalmente, nos provoca náuseas.
* * *
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