También el
ambiente, como es obvio, contribuye a la formación de la personalidad.
Podríamos decir que la personalidad
es la herencia más el ambiente, mutuamente relacionados y profundamente
entrelazados.
Ahora bien, ¿en qué medida o
proporción influyen un elemento y otro? ¿ Cuánto se debe a la determinación
genética y cuanto al ambiente? Estamos en condiciones de afirmar que, grosso
modo, la estructura cerebral y glandular contribuyen al temperamento, y el
ambiente, a los hábitos, mentalidad... Pero no es posible una cuantificación ni
se pueden establecer leyes de proporcionalidad.
La inteligencia, factor importante
de la personalidad, está relacionada con el sistema nervioso central y con el
sistema neuroglandular; y ambos sistemas, por otra parte, influyen decisivamente
en el temperamento, que constituye la base de la personalidad.
En cada personalidad existen
amplias variaciones en las células cerebrales, tanto en número como en
metabolismo, conexión y disposición general. De acuerdo con estas
combinaciones, completamente desconocidas para la ciencia hasta el día de hoy,
puede darse una gran variedad en lo que se refiere a condiciones intelectuales:
un sujeto es dueño de una poderosa inteligencia lógica, pero tiene mala
memoria; y con su inteligencia lógica es una lumbrera para las ciencias
exactas y una nulidad para la filosofía.
Hay quienes tienen una
excelente memoria para los números, pero muy escasa para los nombres y nula
para recordar lugares.
El niño que fue una nulidad en
la escuela, hoy hace prodigios en un taller mecánico; y el premio Nobel en
astrofísica es incapaz de cambiar una rueda de su automóvil.
Personas que hasta los quince
años ocupaban los últimos lugares en el aula despiertan tardíamente, y acaban
brillando como astros en la Universidad.
Hay quienes se mantuvieron
siempre en los primeros puestos a lo largo de su carrera, y luego resultaron
mediocres en la vida profesional; mientras que otros que fueron una mediocridad
en el aula, han brillado con luces propias en la vida.
Un organista que puede
interpretar brillantemente cualquier partitura, es incapaz de improvisar cinco
compases seguidos.
Evidentemente, para estos
efectos contribuyen los factores ambientales, como la nutrición y los estímulos
exteriores. Un adolescente humillado por sus compañeros en la escuela puede
emprender dos caminos opuestos: acomplejarse, inhibirse o amargarse; o, por el
contrario, en una actitud reactiva, sacar desde su intimidad humillada todas
las energías para transponer sus límites y triunfar en toda la línea.
* * *
Lo que sucede en el nivel
intelectual sucede igualmente con los rasgos emocionales y temperamentales.
Hay aspectos de personalidad
que están más sujetos a la influencia del ambiente y otros a la constitución
genética.
La facilidad es un síntoma de
tendencia hereditaria. Se adquieren más fácilmente cienos hábitos a causa de la
existencia de predisposiciones congénitas. Se aprende con mucha mayor
facilidad las matemáticas que la historia cuando se tiene una disposición
genética en ese sentido.
Si un sujeto se adapta al medio
ambiente más rápidamente que otro, si se manifiesta afectuoso, si se comporta
con equilibrio frente a los conflictos, si se muestra dadivoso..., quiere
decir que existían en él esas tendencias congénitas.
En términos generales,
podríamos establecer las siguientes reglas orientadoras: las disposiciones
básicas se heredan; el ambiente determina qué disposiciones van a desarrollarse
y en qué medida; las disposiciones básicas pueden ser modificadas por el
ambiente; la cuantía del influjo del ambiente depende del grado o intensidad de
los rasgos.
Un individuo puede ser
reservado y retraído por temperamento; pero, en otros casos, el retraimiento
puede ser efecto de escarmiento en la propia vida.
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