Las cosas
existen en la medida en que existen en mi mente. Si estás profundamente
dormido, nada existe para ti en ese momento. Aunque estén sucediendo cosas
horrorosas en el lugar donde vives o se incendie la casa de tu vecino, para ti
nada sucede.
Si se están difundiendo noticias
sumamente desfavorables para ti, pero no te enteras de nada, toda esa
maledicencia no te hiere ni te turba. Es como si esparcieran pétalos de rosa
sobre tu cabeza.
Supongamos que dejan de
funcionar tu corazón y tu conciencia por un paro cardíaco...; pueden insultarte,
herirte, despedazarte, y a ti nada te importa, porque ya nada existe para ti;
Una vez que ha dejado de funcionar esa fábrica de ideas y de sueños —la mente—
que los engendraba, ya no existen para ti problemas: enemistades, zancadillas,
traiciones, ofensas... Para el muerto, todo está muerto.
De esto se trata: de adquirir un
poder tan omnímodo sobre mi mente, que pueda interrumpir a voluntad su
funcionamiento cuando me dé cuenta de que está siendo dominada por recuerdos
desabridos y memorias dolorosas.
El ser humano, a través de un
entrenamiento sostenido y metódico —que explicaremos en el capítulo III—, es
capaz de llegar a adquirir la capacidad de suprimir momentáneamente toda
actividad mental, de hacer un vacío o silencio total en su interior, hasta el
punto de detener el curso del pensamiento cuando éste se halle atrapado por
obsesiones o fijaciones negativas.
Este es, sin duda, el gran desafío
del hombre para el hombre a lo largo de los siglos: qué hacer y cómo hacer para
que yo llegue a ser dueño de mi mente, para que mi pensamiento esté únicamente
ocupado por recuerdos estimulantes, ideas positivas, por motivos queridos por
mí, y no por los que se me imponen.
Mientras no avancemos en esta
dirección, no podemos hablar de libertad.
* * *
No hay peor prisión ni más dura
esclavitud que una mente ocupada obsesivamente por evocaciones quemantes y
complejos torturadores. Como tampoco mayor libertad que el tener a mano la
llave que puede abrir y cerrar el curso de la actividad mental. Soberanía
quiere decir ser el árbitro de mí mismo, de mi actividad interior.
Si todas las cosas existen para mí
en la medida en que son captadas por mí, en La medida en que viven en mi mente,
ya puede imaginar el lector que el dominio mental es un tesoro incomparable y
la llave del reino de la serenidad.
Este es, pues, uno de los
medios más poderosos de liberación. Con este fin, ofreceremos numerosos
ejercicios para que el lector, a través de un paciente y constante
entrenamiento, pueda alcanzar la capacidad de desconectar a voluntad el motor
de su mente, de manera que se apaguen los fuegos y el alma se transforme en un
huerto placentero.
Este poder mental será, pues,
otro de los ángeles que nos acompañarán en todo momento en el largo recorrido
que nos proponemos llevar a cabo.
Para referimos a este poder,
utilizaremos diversos términos, como dejar, soltar, desprenderse, desligarse,
olvidar; en suma, expresiones que hagan referencia a esa sublime capacidad de
desconectar a voluntad la atención de cualquier recuerdo o persona
desagradable. Así lograremos amortiguar el ardor de tantos carbones encendidos.
Digamos, entre paréntesis, que,
en ciertos ambientes, se utiliza la expresión poder mental para indicar la
influencia que pueden ejercer ciertas personas sobre otras personas,
acontecimientos o cosas. Como se ve por lo expuesto, nosotros lo entendemos
aquí en un sentido muy distinto.
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