No vas a
conseguir nada con sólo leer estas páginas o con abrigar buenas intenciones; es
imprescindible que los deseos se transformen en convicciones, y las convicciones,
en decisiones. Las decisiones, a su vez, tienen que conducirte, como de la
mano, a reordenar tu programa. de actividades; y, en medio de éstas, reservar
espacios libres para practicar, diaria y metódicamente, los diversos
ejercicios.
Si me dices que no dispones de
tiempo, te responderé que el tiempo es cuestión de preferencias, y éstas, a su
vez, dependen y derivan de las prioridades. Ahora bien, ¿cuál es la prioridad
fundamental de tu vida?
No se trata de sanar una úlcera
gástrica o de levantar un negocio deteriorado, ni siquiera de apuntalar un
matrimonio resquebrajado. Todos estos propósitos son, ciertamente, nobles e
importantes; pero en nuestro caso hay algo más primordial: nosotros estamos
jugando y conjugando aquí nada menos que con el sentido de una vida, expresión
escurridiza que, al pretender encerrarla en los moldes de una definición, se
nos escapa de las manos.
¿Qué es, pues, sentido de la vida?
Es aquel valor que da valor a todos los demás valores. De pronto, todo lo que
es y hace una persona (palabras, actitudes, reacciones...) aparece revestido
de un color y brillo tan particulares que no se puede explicar con palabras.
Eso es el sentido de una vida. Es (¿cómo decirlo?) un cierto tono de alegría
que no se traduce en una risa ni en una sonrisa; que envuelve a algunas
personas vistiéndolas como de un aire primaveral, y que todos perciben desde
lejos, y dicen: esa persona tiene un no sé qué, que no sé cómo calificarlo,
pero ¡se la ve tan feliz!
Es, en fin, aquella sensación de
plenitud que, en el otoño de sus años, al volver sus miradas hacia atrás, les
hace exclamar a algunas personas: valió la pena; de verdad fue una venturosa
aventura.
* * *
Pues bien, ese objetivo central de
una vida no se conseguirá sin una dedicación metódica y ordenada. Para poder
ahuyentar las sombras de la casa y dar lugar a la alegría, es imprescindible
someterse a una ejercitación ininterrumpida de autocontrol y meditación a lo
largo de los días y los años. No es necesario que lleves a cabo todas y cada
una de las prácticas que incluiremos en el capítulo III. Sí es conveniente,
sin embargo, probar y comprobar todas esas prácticas, y quedarse con las que
produzcan mejores resultados.
No hay que olvidar nunca el
misterio general e imponderable del ser humano; un mismo ejercicio, ejecutado
en momentos diferentes, produce resultados diferentes en una misma persona. La
vida es esencialmente ilógica, porque es esencialmente movimiento; movimiento
oscilante de altibajos, sin vislumbrarse, con frecuencia, las causas que
originan tan desconcertante vaivén.
Cuando el hombre tendría motivos más
que suficientes para saltar de alegría, está abatido. De pronto, en los días
azules, su alma está nublada; y en los días nublados, su alma está en azul. No
hay lógica. Tal persona deseó ardientemente conquistar aquella meta soñada,
y, alcanzado el sueño, se queda insatisfecha, con un amago de decepción. De
repente, cuando sus negocios iban viento en popa, su estado de ánimo está por
los suelos; y cuando, a su alrededor, todo es desastre y ruina, no se sabe qué
ángel interior lo estimula para seguir luchando.
Paciencia, que es el arte de saber,
significa tomar conciencia de que la naturaleza humana es así. Hay que comenzar
por aceptarla tal cual es, para no asustarse cuando los resultados no sean
proporcionales a los esfuerzos o cuando los efectos hayan sido extrañamente imprevisibles.
* * *
Poniendo por delante estos
presupuestos, con frecuencia te encontrarás con el hecho de que un ejercicio
de relajación y concentración correctamente efectuado hoy te dejará relajado, y
mañana, tal vez, tenso. En la vida no hay procesos uniformes. Al quinto día,
por ejemplo, percibirás un progreso notable en el descanso mental, y al
trigésimo día te sentirás más ansioso que el primero. Es normal: el camino de
la “salvación”, como el de la vida misma, no es llano y recto, antes bien, está
erizado de dificultades: curvas violentas, pendientes empinadas, recaídas
bruscas, contramarchas. Una meditación sobre la relatividad de la vida, hoy te
deja insensible, y mañana te impacta profundamente.
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