miércoles, 28 de noviembre de 2012

Constitución genética y personalidad - III


La diversidad de formas, color y comportamiento de los individuos es, pues, el resultado de los múltiples acoplamientos de los genes.
    Así pues, los diversos procesos de segmentación y cruce de cromosomas, al igual que las mutaciones e influencias exteriores a la programación de los genes, mantienen inimaginablemente alto el número de combinaciones posibles; y de ahí provienen los casi infini­tos matices humanos en las tendencias, actitudes, reac­ciones, impulsos de las personas, y, en una palabra, ahí reside el misterio único e irrepetible de cada perso­nalidad.
    Numerosos estudios señalan la relación de un gen con fases y aspectos del comportamiento sexual, por ejemplo, en los animales inferiores y superiores. Se ha demostrado que determinados genes, según sus combinaciones, originan y explican en gran parte los innume­rables matices del modo de ser y el comportamiento de una persona: la creatividad, la afectividad, la intrepi­dez, la inhibición, el color de la piel, de los ojos o del cabello, la altura o la obesidad, la reactividad emotiva, la actividad locomotora, la capacidad intelectual, difi­cultades o facilidades de adaptación; los impulsos se­xuales, las tendencias depresivas, la capacidad de lu­cha, las reacciones primarias y secundarias...
    En las anomalías también es considerable el peso de la herencia. Se sabe, por ejemplo, que las alteraciones del metabolismo de la fenilanina deterioran el tejido nervioso y rebajan dramáticamente la capacidad intelectual. Otros trastornos, como la parálisis, desarreglos neuróticos o la demencia progresiva están relacionados con cienos genes dominantes. Está demostrado que las mujeres que carecen del cromosoma X tienen trastor­nos en el desarrollo sexual y notables deficiencias en la inteligencia perceptiva y espacial.
    Los experimentos que se siguen realizando en nume­rosos laboratorios del mundo están confirmando que los principales rasgos de la personalidad, como la inteli­gencia, las aptitudes, la emotividad, la extroversión y, tal vez, las grandes psicosis, están ligados a una com­binación de genes.
            El organismo está compuesto por diversos líquidos, huesos, piel, tejido muscular y nervioso. Hay una interacción profunda entre los procesos fisiológicos y los procesos de personalidad.
            No se sabe la fórmula exacta, pero existe una eviden­te y profunda interdependencia entre las funciones cerebrales-glandulares y la conducta humana. Si se lesio­na una determinada zona cerebral, hay una inmediata repercusión en ciertos aspectos del comportamiento. Un funcionamiento deficiente del hipotálamo, de la hipófisis o de las glándulas suprarrenales pueden explicar las desviaciones o excesos de un determinado sujeto en la conducta sexual.
            La impulsividad y la afectividad están determinadas, frecuentemente, por el equilibrio endocrino

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