martes, 27 de noviembre de 2012

Constitución genética y personalidad - II


El óvulo femenino, de un octavo de milímetro, es la célula más grande del organismo, mientras el espermatozoide —elemento masculino— es ochenta y ocho mil veces menor que el óvulo, es decir, exactamente la cé­lula más pequeña del organismo. Pero, así y todo, am­bos elementos contribuyen por igual a la información genética, aportando cada uno su propio mensaje. Con otras palabras: entre ambos organizan un plan general, al que responderán los rasgos fundamentales del futuro individuo. Se trata, pues, de un proceso genéticamente codificado, el código genético.
    Ambas células (óvulo y espermatozoide) tienen funciones diferentes. La función única del espermatozoide es llegar al óvulo y entregar su programa para la organi­zación del nuevo individuo, mientras que el óvulo aporta los elementos nutritivos, a modo de materia pri­ma, para producir nuevas células para el futuro or­ganismo.

El espermatozoide que llega primero al óvulo con su mensaje es aceptado sin más, mientras que los demás (¡y son millones!) son rechazados. De paso, hagamos referencia a un pavoroso misterio: si cada uno de los millones de espermatozoides tiene un programa origi­nal, como así es, en el mismo acto en el que fui conce­bido yo pude haber resultado —de acuerdo con el es­permatozoide que hubiera llegado primero al óvulo— de millones de formas diferentes, hubiera podido tener millones de personalidades diferentes, de la misma ma­nera que los hermanos son, a veces, tan diferentes en­tre sí, a pesar de tener los mismos códigos paternos.

            Los genes, sea individualmente, sea a través de los enlaces moleculares producidos por la mutua interac­ción, decidirán el carácter general del futuro individuo. Pero este programa, elaborado en combinación con el espermatozoide y el óvulo, puede ser alterado, y, de hecho, siempre lo es, por factores externos, como las radiaciones solares o nucleares u otros “accidentes” a escala molecular, que pueden cambiar uno o varios elementos del código genético.

            Así pues, el programa original genético puede tener variantes, y estas variantes pueden tornarse en factores preponderantes, es decir, pueden ejercer una función primordial en la organización del futuro individuo. De nuevo asoma a nuestros ojos el insondable misterio: en el mismo momento en que fui concebido, yo pude haber tenido —a causa de las combinaciones internas y las influencias externas— millones de personalidades distintas de la que tengo.

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