El abate Pastor
paseaba con un monje de Sceta, cuando los invitaron a comer. El dueño de casa,
honrado por la presencia de los padres, mandó servir lo mejor que tenía.
Sin embargo, el monje
estaba en época de ayuno; cuando la comida llegó, tomó un guisante y lo masticó
lentamente. Y no comió nada más.
A la salida, el abate
Pastor conversó con él:
- Hermano, cuando
estés visitando a alguien, no transformes tu santidad en una ofensa. La próxima
vez que estés ayunando, no aceptes invitaciones a comer.
El monje entendió lo
que el abate Pastor le decía. A partir de ese día, cada vez que estaba con
otras personas se comportaba como ellas.
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