Mi mujer y yo la
encontramos en la esquina de la calle Constante Ramos, en Copacabana. Tenía
aproximadamente sesenta años y estaba en una silla de ruedas, perdida en medio
de la multitud. Mi mujer se ofreció para ayudarla: ella aceptó, y pidió que la
lleváramos hasta la calle Santa Clara.
De la silla de ruedas
colgaban algunas bolsas de plástico. En el camino, nos contó que ésas eran
todas sus pertenencias; dormía bajo los toldos y vivía de la caridad ajena.
Llegamos al lugar
indicado; allí estaban reunidos otros mendigos. La mujer sacó de las bosas de
plástico dos paquetes de leche larga vida, y los distribuyó entre el grupo.
- Hacen caridad
conmigo, preciso es hacer caridad con los demás -nos comentó.
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