En San Francisco, en
los Estados Unidos, camino por un parque con mi editor americano, John Loudon,
y su mujer, Sharon. Podemos ver la ciudad a lo lejos, iluminada por el sol
poniente. Sharon estaba escribiendo un libro sobre un monasterio benedictino, y
cuentaba que las oraciones de la tarde, llamadas "vísperas", son
cantos de esperanza ante la certeza de que la noche pasará.
- Las vísperas nos
indican la necesidad que tenemos de acercarnos a los demás, cuando llega la
noche -dice ella. -Pero nuestra sociedad olvidó la importancia de esta
aproximación, y finge apreciar mucho la capacidad que cada uno tiene para
enfrentar sus propias dificultades. Ya no rezamos juntos; escondemos nuestra
soledad como si fuera vergonzoso admitirla.
Sharon hace una pausa
y concluye:
- Ya fuí así. Hasta que un día perdí el miedo de
depender del prójimo, porque descubrí que el prójimo también estaba necesitando
de mí
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