El sabio rey Weng
quiso visitar la prisión de su palacio. Y comenzó a escuchar las quejas de los
presos:
- Soy inocente -decía
un acusado de homicidio. -Terminé aquí porque quise asustar a mi mujer y sin
querer la maté.
- Me acusaron de
soborno -dijo otro. -Pero todo lo que hice fue aceptar un regalo que me
ofrecieron.
Todos los presos
clamaban su inocencia al rey Weng. Hasta que uno de ellos, un joven de poco más
de veinte aÑos, dijo:
- Soy culpable. Herí
a mi hermano en una pelea y merezco el castigo. Este lugar me ha hecho
reflexionar sobre el mal que causé.
- ¡Expulsen a este
criminal de la prisión de inmediato! -gritó el rey Weng. -¡Con tantos inocentes
aquí, va a terminar por corromperlos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario