Desde siempre el ser humano ha experimentado emociones en todos sus matices, pues es parte de nuestro desarrollo evolutivo, donde éstas cumplen la función de darnos información sobre una determinada situación y generarnos una tendencia a la acción. A su vez, las emociones siempre tienen una causa; es decir, algo tuvo que pasar para que una persona experimente una determinada emoción, así se puede afirmar que las emociones no surgen de la nada y por lo tanto son válidas y tienen un sentido para la persona que las vivencia.
De esta manera no podemos negar el hecho de experimentar emociones como son la tristeza, el enojo o el miedo entre otras, emociones que tienen una connotación tal vez negativa en nuestro contexto, pero emociones al fin y al cabo; que cuando las expresamos a otras personas, muchas veces nos han respondido con frases como las siguientes: “No vale la pena estar así por eso”, “no te preocupes, no es importante”, “no es para tanto”, “estás exagerando”, y en muchas ocasiones hemos llegado a pensar que esto nos ayuda, pero luego nos damos cuenta que seguimos sintiendo lo mismo y no es tan fácil hacer una cambio o no darle importancia a aquello que nos causa displacer.
Sentimos todo esto porque en el fondo nuestras emociones han sido invalidadas, es decir que la otra persona nos ha comunicado que lo que estamos sintiendo no es correcto, evidenciándose una falta de aceptación de nuestra experiencia emocional.
Marsha Linehan, doctora en Psicología y creadora de la Terapia Dialéctico Conductual (DBT), nos habla sobre este tema, cuando menciona que existen entornos invalidantes que aprecian el control de la expresión emocional y no toleran la manifestación de emociones negativas creando personas que luego no saben nombrar ni regular sus emociones, además que no confían en sus estados internos, lo que los lleva a una sobre dependencia de los otros que les impide un adecuado desarrollo personal y social.
Así, desde cualquier punto de vista será importante aprender a validar o aceptar las emociones del otro sin juzgar, comunicando que su experiencia emocional es importante y la comprendemos. A veces es suficiente con escuchar, hacer compañía o dar una respuesta, como un abrazo, que no implique necesariamente un consejo. Esto también debiera aplicarse con uno mismo, es decir tendríamos que desarrollar la capacidad de auto validar nuestras emociones y no negarlas o criticarlas como lo solemos hacer.
Estamos invitados a practicar la validación emocional, especialmente con nuestros seres queridos, lo cual no será una tarea sencilla, ya que cuando vemos a la otra persona experimentando una emoción negativa, solo pensamos en ayudar y hacer todo lo posible para que esa tristeza o dolor desaparezcan, tal vez olvidando que esas emociones son parte de la vida y es importante aceptarlas, especialmente en un contexto donde una mayoría de los mensajes nos indican que podemos o más bien debemos estar felices todo el tiempo invalidando o negando de esta manera la misma condición humana.
* Correo de la psicóloga: carmenrosa.barron@gmail.com
Nota: para cualquier sugerencia o comentario
contactarse con Claudia Méndez del Carpio
al correo claudiamend@hotmail.com
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