DHYANA
Una vez que haya aprendido a concentrarse sin
dificultad (con los ojos cerrados), su siguiente paso deberá ser el de
contemplar la luz como un símbolo de lo eterno y lo divino, y comenzar a
meditar sobre eso. Después de unos cuantos días, o quizás semanas, lo que
dependerá de su habilidad para concentrarse, ya no le será necesario tener una
vela encendida ante usted para ver la luz en su imaginación, ya que tendrá la
imagen simplemente con cerrar los ojos.
Ahora trate de imaginar que la luz está dentro de usted; colóquela mentalmente
dentro del cáliz de una flor de loto, introduciéndola entonces dentro de su
propio corazón. Imagínesela colocada ante un altar en el interior del templo
que representa su propio cuerpo. Déjela brillar en todo su esplendor, enviando
sus rayos en todas direcciones, sobre todo ser humano con sensibilidad mental,
para que pueda llevarles luz, calor y compasión. Piense en sí mismo como el
portador de la luz, el guardián del templo, y observe el resplandor en su
corazón que se hace más y más brillante, llenando con la luz todo su ser.
Observe cómo arroja lejos el sufrimiento y el dolor, reemplazándolos por la
alegría, el amor y la felicidad. Báñese en esta luz. Deje que envuelva todo su
ser.
Al llegar el día en que comprenda que la luz en su corazón y la divina luz
eterna son la misma cosa, habrá logrado la unión con ella y sabrá que
representa la verdad, el amor y Dios. Desde luego, no es absolutamente
necesario que medite acerca de la llama de una vela. Podrá escoger lo que más
le agrade, por ejemplo, el sol naciente o el ocaso. Pero si se decide por algo
concreto para empezar, cuando esté avanzado en la meditación podrá elegir algo
abstracto, como amor, bondad, etc, algo que sea positivo, bello, elevado,
ennoblecedor, un tema de luz, no de oscuridad, algo que le sirva para su
despertar y crecimiento espiritual. Si usted prefiere meditar sin escoger una
imagen concreta o abstracta, puede sentarse con los ojos cerrados. Haga algunas
respiraciones profundas y entone el OM. Trate de vaciar su mente y luego acepte
lo que se presente en la meditación. Puesto que la concentración y la
meditación le proporcionan al hombre más poder interno, debemos estar siempre
muy atentos para observar si se medita sobre la consecución de deseos indignos,
destructivos o egoístas. Debido a que en ocasiones no estamos seguros acerca de
si un deseo sobre el que estamos centrándonos es egoísta o no, debemos decirnos
siempre: "deseo esto solamente si es digno de mí". En otras palabras,
debiéramos estar diciendo "hágase Tu voluntad", en vez de sobreponer
nuestro propio deseo al deseo más alto. Recuerde que, con frecuencia, sucede
que el conseguir nuestro deseo genera nuestro propio perjuicio.
Mediante la meditación sobre la luz, el hombre puede alcanzar la armonía
interior, la tranquilidad mental y esa felicidad interna que queda más allá de
la simple descripción y fuera de la comprensión racional. A continuación
citamos las palabras de un yogui que Mataji conoció en la India: "Esa
felicidad que pertenece a una mente que por medio de la meditación profunda ha
sido lavada, limpiada de toda impureza y ha penetrado dentro del ser, no puede
describirse con palabras". También tengamos en cuenta las palabras de Sri
Ramakrishna, el hombre sabio de la India, que expresó: "Dios es visto
cuando la mente está tranquila. Cuando los mares mentales están agitados por
los pensamientos de los deseos, no pueden reflejar a Dios".
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