“Primero,
la autorrealización significa vivenciar plena, vívida y desinteresadamente, con
una concentración y absorción totales.
Significa vivenciar sin la timidez
del adolescente. En este momento, la persona es total y plenamente humana. Este
es un momento de autorrealización, el momento en que el sí mismo (self) se
actualiza. Como individuos todos pasamos por tales momentos de vez en cuando.
Como consejeros, podemos ayudar a los pacientes a sentirlos más a menudo,
alentándoles a que se absorban totalmente en algo y a que se olviden de poses,
defensas y timideces, es decir, a que se lancen de “cabeza”. (...)
Segundo, consideremos la vida como un proceso de elecciones sucesivas. En cada instante existe una elección
progresiva o una elección regresiva. Podemos orientarnos hacia la defensa, la
seguridad o el miedo. Pero, en el lado opuesto, está la opción de crecimiento.
Elegir el crecimiento en lugar del miedo doce veces al día, significa avanzar
doce veces al día hacia la autorrealización. La autorrealización es un proceso
continuo. (...)
Tercero, hablar de autorrealización
implica que hay un sí mismo que se
actualiza. Un ser humano no es una tabula rasa, una masa de arcilla o
plastilina. Es algo que ya está, por lo menos una especie de estructura
“cartilaginosa”. Un ser humano es, como mínimo, su temperamento, sus
equilibrios bioquímicos, etc. Existe un sí mismo, y lo que a veces he llamado
“escuchar las voces del impulso” significa dejarlo que emerja. Muchos de
nosotros, la mayor parte del tiempo (y esto se amplía en especial a niños y
jóvenes) no nos escuchamos sino que escuchamos las voces introyectadas (internalizadas)
de Mamá, Papá, el Sistema, los Mayores, la autoridad o la tradición.
(...)
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