Un amigo mío, Bruno
Saint-Cast, trabaja en la implementación de alta tecnología en Europa. Cierta
noche, se despertó de madrugada y ya no pudo seguir durmiendo; se sentía
impulsado a escribir un cuento sobre un viejo amigo de la adolescencia, que
había encontrado en Tahiti.
Aún cuando sabía que
tenía que pasar el día siguiente trabajando, Bruno comenzó a escribir una
historia extraña, donde dicho amigo, John Salmon, hacía un largo viaje desde la
Patagonia hasta Australia. Mientras escribía sintió una sensación de libertad
muy grande, como si la inspiración brotara sin interferencia alguna.
Cuando terminó de
escribir la historia, recibió un telefonema de su madre: ella acababa de
enterarse que John Salmon había muerto.
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