Existe gente que, en
vez de tratar de mejorar aquello que hace, trata siempre de destruir lo que
otros intentan hacer. La historia que sigue está basada en un cuento de Silvio
Paulo Albino:
Cierto hombre,
después de muchos años de trabajo y meditación para hallar la mejor forma de
cruzar el río que se encontraba frente a su casa, construyó una pasarela.
Resulta que los habitantes de la aldea raramente se atrevían a cruzarla, a
causa de su precariedad.
Un hermoso día pasó
por allí un ingeniero. Junto con los habitantes, construyeron un puente, lo
cual enfureció al constructor de la pasarela. A partir de entonces comenzó a
decir, a todo el que quisiera oírlo, que el ingeniero no respetaba su trabajo.
- ¡Pero la pasarela
aún sigue ahí!, respondían los habitantes. -Es un monumento a sus años de
esfuerzo y meditación.
- Nadie la usa -el
hombre, nervioso, insistía.
- Usted es un
ciudadano respetado, y lo apreciamos. Pero si la gente considera que el puente
es más bello y más útil que la pasarela, ¿qué podemos hacer?
- ¡El río que
atraviesa es mío!
- Pero señor, a pesar
del respeto que sentimos por su trabajo, tenemos que decirle que el río no es suyo.
Podemos cruzarlo a pie, en barco, nadando, de cualquier manera que deseemos; si
las personas prefieren cruzar por el puente, ¿por qué no respetarles su deseo?
"Finalmente,
¿cómo podemos confiar en alguien que, en lugar de tratar de mejorar su pasarela,
se pasa todo el tiempo criticando el puente?
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