Kafka cuenta la
historia de un hombre que buscando justicia, camina hasta el Palacio de
Justicia. Frente a la puerta del palacio, un soldado monta guardia.
Como el centinela no
le dirige la palabra, el hombre decide esperar. Espera todo un día, pero el
guardia continúa mudo.
Si mira para este
lado, se dará cuenta que quiero entrar, piensa el hombre. Y ahí se queda.
Pasan días, semanas y
años enteros. El hombre sigue frente a la puerta y el centinela sigue montando
su guardia.
Pasan las décadas, el
hombre envejece y ya no consigue moverse. Finalmente, cuando se da cuenta que
la muerte se aproxima, reúne sus últimas fuerzas y le pregunta al guardia:
- He venido hasta
aquí en busca de justicia. ¿Por qué no me dejó pasar?
- ¿Que yo no lo
dejé?, respondió sorprendido el centinela. - ¡Usted nunca me dijo qué estaba
haciendo ahí! La puerta siempre estuvo abierta, no había más que empujarla.
¿Por qué no entró?
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