Enrique recibió una carta con este contenido: “Esta tarde visitaré tu casa. Con amor, Jesús”
Sus manos temblaban cuando puso la carta sobre la mesa
¡Ay no! ¡No tengo nada para ofrecerle! Bueno, compraré algo de pan y otras cositas.
Hacía frío. Se echó un abrigo encima, fue a comprar un pan francés, medio kilo de pollo y una botella de leche. Le quedaron solo cinco bolivianos.
Al volver oyó una voz: “Oiga, joven, ¿nos puede ayudar? Sentimos frío y hambre. Por favor, cualquier cosa sirve.
Enrique los miró con cuidado. Pensó que ellos podrían obtener algún empleo si realmente quisieran. Les dijo: “Quisiera ayudarlos, pero soy un hombre pobre. Tengo algo de pan, pero voy a recibir a un huésped importante esta noche y planeaba servirle eso a Él”.
- "Si, bueno, si joven, entendemos. Gracias de todos modos".
El hombre puso su brazo alrededor de los hombros de la mujer y se dirigieron a la salida. En ese momento Enrique sintió un
latido familiar en su corazón.
-Señor, espere…
La pareja se detuvo.
-¿Por qué no toma esta comida? Algo se me ocurrirá para mi invitado.
Enrique notó que la mujer temblaba de frío. Se quitó el abrigo, se lo dio y se despidió.
Ahora él volvía a casa con frío. En su puerta vio un sobre. Lo abrío. La carta decía: “Gracias por la deliciosa cena y por el hermoso abrigo. Cariños, Jesús”.
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