domingo, 25 de septiembre de 2016

Comprendiendo la ira



En una sociedad en la que la agresividad y la violencia han ganado terreno en los ámbitos de desenvolvimiento de una persona, la calma, la serenidad y el temple parecen ser un mito. Vemos la ira como algo que caracteriza a la sociedad y dicta sin discriminación la estructuración de la personalidad de los seres humanos.

Lidiar con problemas de ira (propios o ajenos) es una lucha en la cual muchos pueden identificarse, pero ¿hasta qué punto es “normal”?, ¿es realmente un problema psicológico?, ¿pueden los padres evitar que los hijos manifiesten a futuro este comportamiento negativo?

El psicólogo Germán Burgoa comparte con los lectores de Más Salud lo básico que debe saber un individuo para comprender la ira y que esta no afecte su vida ni su entorno.

¿Qué es la ira?

Para definir la ira es importante discriminar términos que suelen ser confundidos: uno de ellos es la agresividad y el otro, la violencia.

Podemos definir la agresividad como un componente innato de nuestros mecanismos de defensa, que nos permite enfrentar situaciones que sin la misma no podrían ser solucionadas, es así que la agresividad es de alguna manera necesaria para la supervivencia del ser humano y aparece solamente frente a situaciones de defensa.

Por otro lado, la violencia es un comportamiento agresivo desbordado que cuenta con plena conciencia del acto, premeditación y alevosía y que busca causar daño con o sin motivo aparente.

La ira a su vez es un comportamiento de igual manera desbordado de emociones agresivas que el sujeto difícilmente puede controlar y que termina causando daño al mismo sujeto y a su entorno. La ira tiene elementos emocionales y a su vez neurológicos como la segregación de ciertas hormonas como la adrenalina y la noradrenalina.

¿Qué hace que nos enfademos?

El enojo o “enfado” es una reacción bastante común y de baja intensidad e impacto. Puede ser motivado por diversas circunstancias, imposibilidad de entender o lograr resolver ciertos conflictos, desacuerdos entre opiniones o visión sobre un mismo tema, inclinación a posiciones políticas divergentes, fracaso, impotencia y sobre todo, frustración. Muchas de estas situaciones pueden desencadenar en ira o violencia, muy fácilmente sobre todo cuando podemos identificar focos de instigación o posiciones divergentes extremas.

¿Por qué se enojan más unas personas que otras?

Todas las personas desarrollamos mecanismos de defensa que nos ayudan a adaptarnos y a resolver problemas de manera eficaz y/o eficiente. Estos mecanismos se pueden medir por su plasticidad (flexibilidad) y relación con las secuencias de hechos y el contexto y están determinados por la debilidad o fortaleza del Yo, que es la instancia de relación entre la persona y entorno. Las personas que tienen un YO débil son más propensas a presentar dificultades para el control de impulsos y tolerar la frustración, por lo cual pueden pasar más fácilmente a estados de enojo, estas características tienen que ver con los procesos de estructuración de la personalidad que empiezan en el momento mismo en que se es concebido.
Háblenos más sobre cómo influyen los rasgos de personalidad en la intensidad de la furia. ¿Se enojan más las personas extrovertidas?

La ira es un rasgo de personalidad que responde a una estructura débil e inestable, incapaz de interpretar adecuadamente la realidad y encontrar otras formas mucho más adaptadas para resolver sus problemas, siendo la conducta impositiva y violenta la que usan con mayor frecuencia. Sin embargo hay que recalcar que estas características no tienen nada que ver directa o indirectamente con ser extravertidas o no, sino más bien, como mencionamos anteriormente, con estructuras de personalidad inestables.

Los estados patológicos de la personalidad asociados a la ira y la violencia se encuentran enmarcados en el desarrollo de la primera infancia en la que los niños son sometidos a entornos conflictivos inestables y violentos, modelos con los cuales se identifican, o por el contrario, situaciones de exceso de mimo y sobre todo, sobreprotección. Estos modelos no ayudan a madurar a los niños, siendo estos incapaces de desarrollar empatía, respeto por el otro, tolerancia a la frustración y manteniendo por el contrario un carácter impositivo, inmediatista, egocéntrico y agresivo como la única forma de lograr sus objetivos.

¿Qué efectos generan en nuestro cuerpo y mente los constantes enfados?

Más que efectos podemos identificar síntomas y signos que aparecen como un proceso de deterioro mental hasta llegar a desencadenar ira, entre estos por ejemplo están:

• Enojo
• Irritación
• Incremento en la frecuencia cardiaca y la presión arterial
• Pérdida de conciencia de realidad
• Ofuscación
• Violencia

Estas conductas desencadenan de manera progresiva el deterioro de la persona en sus diferente esferas de relación, personal, social y biológico.

¿Es bueno dar rienda suelta a la ira?

La ira es un comportamiento destructivo que debe ser controlado. Muchos de los casos de feminicidio, infanticidio, violencia de masas, etc., situaciones muy frecuentes en nuestro país y que lamentablemente nuestro departamento Cochabamba lidera las estadísticas, están también asociados lamentablemente al consumo de alcohol y drogas, factores que contribuyen a bajar las defensas dejando al descubierto los impulsos violentos incontrolables.

Hay formas de canalizar la agresividad a través de actividades positivas tales como el deporte, el arte, las relaciones sociales sanas y constructivas y las relaciones afectivas sexuales, actividades que nos ayudan a estabilizar nuestro estado emocional.

La ira, ¿aporta algún beneficio a la salud mental?

Definitivamente ninguno, más para el contrario, sólo contribuye a la destrucción de la persona y su entorno. Sus efectos se pueden ver claramente en las situaciones de violencia intrafamiliar, violencia de género, violencia contra la mujer y violencia infantil.

¿Cómo sabe una persona si tiene problemas de ira?

Existen tres elementos a tomar en cuenta para determinar si existe un problema de ira:

a. Frecuencia.- es equivalente a la cantidad de veces que una persona reacciona de manera violenta

b. Intensidad.- se puede medir por el impacto que deja el acto agresivo en el ambiente (destructividad) y las personas (daño físico y/o emocional).

c. Topografía.- El contexto en que la situación violenta ocurre, tiene mucho que ver con la secuencia de hechos.

¿Cómo puede uno mismo controlar el enojo? ¿Cómo debe expresarlo?

La plasticidad en el carácter nos da la idea que para resolver un problema contamos con un aproximado de 10 opciones de solución. Optar siempre por la misma no nos ayuda de ninguna manera, es importante saber reconocer los síntomas o signos que preceden a un acto violento, empezando por sensaciones, emociones y sentimientos. Detenerse a analizar la situación unos segundos puede ser la diferencia entre cometer un acto violento o no.

Sin embargo, la mejor opción es detectar estas características en los primeros años de vida, la primera infancia para corregirlas de manera práctica y relativamente fácil, cambiando los modelos educativos y afectivos determinados por los padres y el sistema familiar.

Aquellos niños que presentan conductas de “berrinche” las cuales pueden tener características violentas como auto agresión, agresión a las personas o figuras de autoridad (insultos, golpes, escupitajos, etc.), descalificación, enfrentamiento, llanto inmotivado, etc. Es muy importante que los padres acudan a consulta psicológica, ya que las posibilidades de solución son enormes interviniendo solamente en los modelos educativos, las relaciones intrafamiliares y la estabilidad del sistema familiar, situaciones que son en sí misma la causantes de los problemas de ira.

¿Cómo debe actuar una persona que trata constantemente con alguien que tiene problemas de ira?

Es importante tomar en cuenta que al ser la ira un acto de alta destructividad, las personas que están en contacto con personas que padecen de este problema en principio deben detectarlo a tiempo en la infancia y buscar apoyo. En caso de aquellas personas que sufren este problema con sus hijos ya mayores y pareja, deben buscar de la misma manera ayuda psicológica o de lo contrario alejarse de estas personas cuando aún es tiempo.



DOCTOR

Germán J. Burgoa Costas es licenciado en Psicología de la Universidad Mayor de San Simón (UMSS). Tiene una especialidad en Psicología infantil y sistémica y

25 años de práctica en tratamiento de trastornos de conducta, trastornos de aprendizaje, terapia sistémica y trastornos del espectro autista.

Es responsable de procesos de capacitación a maestros, personal de salud, padres de familia y alumnos en diferentes unidades educativas. Procesos dirigidos a la prevención, detección y tratamiento temprano de trastornos madurativos de la primera infancia, alteraciones de conducta en la adolescencia y prevención, detección y tratamiento de trastornos de aprendizaje escolar.


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