Cuando su hermano
nació, Sa-chi Gabriel le insistía a los padres que la dejaran sola con el bebé.
Temiendo que, como muchas criaturas de cuatro años, estuviera celosa y quisiera
hacerle algún daño, ellos no la dejaron.
Pero Sa-chi no daba
muestras de celos. Y como siempre trataba al bebé con cariño, los padres
decidieron hacer una prueba. Dejaron a Sa-chi con el recién nacido, y se
quedaron observando su comportamiento por la puerta entreabierta.
Encantada al ver su
deseo satisfecho, la pequeña Sa-chi se aproximó a la cuna en puntas de pie, se
inclinó sobre el bebé y le dijo:
-¡Díme cómo es Dios!
¡Yo ya me estoy olvidando!
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