4) “El amor ciertamente, hace señas, y es siempre recíproco” (Jacques Lacan, Seminario 20, p.12. 1981). De lo que se tra- ta en el amor es de los signos que lo rodean y de esperar que el otro los interprete.
El amor tiene gran parte de su gracia en los giros, en las vueltas que se hace sobre el otro amado; llevando a los seres humanos a situaciones cómicas y también dramáticas cuando se trata de la conquista y el enamoramiento.
Asimismo, siempre se espera del amado también señales de amor, reciprocidad. Es dudosa la idea de la existencia del amor incondicional, ya que en el amor se tiene como condición recibir amor; el amante siempre espera el amor del amado.
El odio, en cambio, es más directo, no precisa de rodeos ni de pretensiones que buscan que el otro traduzca las acciones. Podría decirse que es de traducción inmediata. Es más difícil dudar del odio que alguien nos profesa que de su amor, que siempre
tiene un velo que no deja entrever las intenciones.
El odio no pretende la reciprocidad, ya que no se
dirige a un semejante del cual se espera recibir lo mismo. El odio es destrucción del semejante y si ese es su fin, por supuesto, que no se espera nada a cambio; puesto que no se puede recibir nada de aquello que está destruido.
5) Se ama creyendo encontrar en el otro esa parte faltante que podría complementar la propia existencia. El amor es un buen recurso para cubrir las propias faltas, los propios defectos. Se anhela que el amado sea eso que uno no es, lo que uno quiere ser o lo que uno fue y dejó de ser. Como fuese, el amor siempre apunta a completar el ser, pero a la vez es un velo para no saber de lo que falta en el propio ser o de lo que uno realmente es. Por eso Lacan dirá que el amor es siempre ignorante.
El odio no es velo, es revelación, no se trata de ocultar las faltas del otro; se las desenmascara. Pero el odio también conlleva un nivel de ignorancia: en el hecho de odiar la persona no descubre nada sobresaliente de su ser, se sigue desconociendo los propios deseos y satisfacciones. Tanto amor como odio, al estar tan comprometidos con el otro, al estar tan anudados al semejante, llevan al sujeto que ama o que odia a desconocer la esencia de su propio ser. Tanto es así, que solo los que rodean al amante o al que odia pueden percibir cambios que los vuelven irreconocibles, incluso pueden apreciar como el amor o el odio terminan consumiendo al sujeto.
6) Por último, otra idea común que se posee sobre el amor y el odio es que son sentimientos, en realidad se tratan de pasiones –a decir de Lacan. Una pasión es un afecto con representación discursiva, un afecto del cual se puede hablar, pero con la característica de que se trata de un afecto que excede al lenguaje. Afecto y lenguaje son irreconciliables en una pasión, el afecto aparece como desbordante; así, el amor y el odio, conllevan una fuerza pasional que puede no tener límites. Se pueden cometer los más grandes crímenes cuando uno es tomado por la pasión amorosa o por el odio.
NOTA: Para cualquier consulta o comentario sobre la columna, contactarse con Claudia Méndez del Carpio al correo
claudiamen@hotmail.com.
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lunes, 25 de julio de 2016
Lecturas sutiles Apuntes sobre el odio y el amor (parte 2)
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