Finalizada la luna de miel, las
cosas empezaron a ir mal en casa. Su mujer empezó a verle defectos. Y él, a ver los de ella. Él actuaba movido
por su egoísmo. Ella andaba siempre fastidiándole. Y Sócrates afirmó, según se dice: «Mi objetivo en la vida era
llevarme bien con la gente. Elegí a Xantipa porque sabía que, si pudiera llevarme bien con ella, podría llevarme
bien con todo el mundo».
Eso es lo que decía. Pero sus acciones desmentían sus palabras. Cabe dudar de que se llevara bien con algo
más que unas pocas personas.
Cuando se anda siempre tratando de demostrarles a las personas que están
equivocadas, se las repele en lugar de atraerlas, tal como le ocurría a Sócrates.
Sin embargo, él decía que soportaba la molestia de Xantipa como una forma de autodisciplina personal. Lo
cierto es que hubiera conseguido desarrollar una auténtica autodisciplina si hubiera intentado comprender a su
esposa e influir en ella mediante las mismas atenciones y expresiones de cariño que había utilizado para
convencerla de que se casara con él. No veía la viga de su propio ojo y, en cambio, veía la paja en el ojo de
Xantipa.
Como es natural, Xantipa tampoco estaba libre de culpa. Sócrates y ella eran como tantos matrimonios de hoy
en día. Después de la boda, dejan de comunicarse sus verdaderos sentimientos de afecto, comprensión y amor.
Se «olvidan» de utilizar los mismos modales agradables y las mismas actitudes mentales que hicieron de su
noviazgo una feliz experiencia. Y el olvido es también una telaraña.
Pero Sócrates no leyó La actitud mental positiva: un camino hacia el éxito. Y Xantipa tampoco. De haberlo
hecho, ésta hubiera sabido estimular a su marido para que su vida hogareña fuera más feliz, y hubiera visto la
viga en su propio ojo, en lugar de ver la paja en el de Sócrates. Hubiera controlado sus propias reacciones y se
hubiera mostrado sensible a las necesidades de su esposo. Es posible incluso que hubiera podido demostrarle la
falacia de su lógica tras la lectura del capítulo 5, titulado «...Y algo más.», y puesto que la historia de Sócrates
demuestra que éste sólo veía la paja en el ojo de Xantipa, hablaremos ahora de otro joven... que aprendió a ver la
viga en su propio ojo. Pero, antes de hacerlo, veamos de qué manera se desarrolla el hábito de la importunac/ón.
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