viernes, 16 de marzo de 2012

En busca de la felicidad

¿Una cuenta bancaria sin límites? ¿Quizá un matrimonio perfecto o el trabajo de tus sueños? ¡Nada! La felicidad, y así lo prueba la ciencia y la persona más feliz del mundo, el monje budista Matthieu Ricard, está dentro cada uno.

A sus 65 años Ricard, quien obtuvo una nota inalcanzable en un estudio sobre el cerebro realizado por la Universidad de Wisconsin (EEUU), es el asesor personal del Dalai Lama y vive en un monasterio nepalí. Estudió biología molecular pero dejó su carrera para dedicarse al budismo y carece de todas las cosas que todos perseguimos convencidos de que nos darán felicidad.

Científicos de la Universidad de Wisconsin estudiaron el cerebro de Ricard durante años. Los resultados fueron comparados con los de cientos de voluntarios cuya felicidad fue clasificada en niveles que iban del 0.3 (muy infeliz) a -0.3 (muy feliz). Matthieu Ricard logró -0.45, desbordando los límites previstos en el estudio, superando todos los registros anteriores y ganándose el título de “el hombre más feliz de la tierra”.

Lo que quiere decir que estamos yendo en la dirección opuesta, pues él hombre más feliz del mundo pasa su tiempo meditando y no tiene bienes materiales, mientras que nosotros estamos correteando, queriendo cosas, trabajando para hacer más dinero… ¿no nos estamos equivocando al centrar nuestros esfuerzos en un trabajo mejor, un auto o casa más grande o una pareja más estupenda?

No podemos evitar preguntarnos, ¿cuál es el secreto de Ricard para ser tan feliz?

Los trabajos sobre la felicidad del profesor Richard J. Davidson, del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, se basan en el descubrimiento de que la mente es un órgano en constante evolución y, por lo tanto, moldeable (es decir, tiene “plasticidad cerebral”).

Los científicos han logrado probar que la corteza cerebral izquierda concentra las sensaciones placenteras, mientras el lado derecho recoge aquellas relacionadas a la depresión, ansiedad o miedo. Ricard mostró una actividad inusual en su lado izquierdo.

Los neurocientíficos no creen que sea casualidad que durante estos estudios los mayores registros de felicidad son detectados en monjes budistas que meditan diariamente. Y es que, según la explicación de Ricard, los religiosos tienen esa capacidad de explotar esa “plasticidad cerebral” para alejar los pensamientos negativos y concentrarse en los positivos. La idea detrás de ese concepto es que la felicidad es algo que se puede aprender, desarrollar, entrenar, mantener en forma y alcanzar.

Uno de los aspectos que más fascinó a los investigadores es la capacidad de los monjes de suprimir sentimientos que creíamos inevitables como el enfado, el odio o la avaricia. Y es que los monjes tienen una capacidad asombrosa para controlar sus impulsos basados en el principio de que Buda prometió el final de los sufrimientos en la tierra si se controla los deseos.

Ricard cree que el problema es que nuestros sentimientos negativos hacia otros a menudo no están justificados, sino que son creados en nuestra mente de forma artificial como respuesta a nuestras frustraciones. Y ése es uno de los impulsos que Ricard piensa que debemos aprender a controlar si queremos ser felices. Para él, la felicidad es “un tesoro escondido en lo más profundo de cada persona”. Atraparla es cuestión de práctica y fuerza de voluntad, no de bienes materiales, poder o belleza.

Ricard afirma que cualquiera, no importa las desgracias que haya vivido, puede alcanzar la felicidad si cambia el chip mental que frecuentemente nos hace enfocarnos en los aspectos negativos de la vida.

Un camino largo

Sin embargo, alcanzar la felicidad no es un camino fácil y Ricard afirma que el cambio y alcanzar el éxtasis mental sólo es posible con esfuerzo y tenacidad. En su libro, Defensa de la felicidad, explica cómo nuestra vida puede ser transformada a través de cambios mínimas en la manera que manejamos nuestros pensamientos y percibimos el mundo que nos rodea.

Por otro lado, afirma que el dinero no da felicidad, y está comprobado: los habitantes de los barrios más pobres de Manila son más felices que los financieros de Hong Kong. Cada vez que se hace una encuesta sobre felicidad global, los filipinos aparecen entre los pueblos más satisfechos a pesar de que es el lugar más afectado por desastres naturales. Por otro lado, los honkoneses, con una renta per cápita 20 veces mayor, aparecen al final en los “rankings” de felicidad. La presión consumista, el estrés y el deterioro de las relaciones sociales son algunas de las causas de insatisfacción más citadas por los ciudadanos.

Ejercítala

Los investigadores creen que estos resultados podrían servir para paliar enfermedades como la depresión y llevarnos a entrenar una mente saludable de la misma forma en la que vamos al gimnasio para entrenar el cuerpo. Más aún, una de las claves de la satisfacción personal es el control y la supresión de instintos negativos como el odio. Si los monjes lo pueden hacer, ¡nosotras también! ¿No crees que sea posible? Bueno… el monje francés responde: “¿Acaso quieres vivir una vida en la que tu felicidad dependa de otras personas?”.


El placer de vivir

“Sé feliz. Sé generoso. Obtén toda la educación que puedas”. Estos son los consejos de Gert, una mujer de 101 años. La anciana es una de las participantes en un proyecto de la Universidad de Cornell, en EEUU, que se propone clasificar las reflexiones de más de 1.000 personas mayores de 65 años que responden a la pregunta: ¿Cuáles son las lecciones más importantes que aprendiste a lo largo de tu vida? Esto es lo que dicen.
Crea tu felicidad. “Si hay algo que queda claro, es que tienes que ser responsable de tu propia felicidad”, señala Karl Pillemer, el profesor de Cornell y gerontólogo a cargo del proyecto. “Suena a cliché, pero uno de mis primeros entrevistados me dijo: ´En mis 89 años he aprendido que la felicidad es una elección, no una condición”. De forma casi unánime, los entrevistados por Pillemer y su equipo contemplan la felicidad como una decisión, y no el resultado de las circunstancias de la vida.

Disfruta lo que haces. Ni una persona reconoce haber alcanzado la felicidad trabajando duro para ganar mucho dinero. “Lo más importante es involucrarte en una profesión que amas, y que estés deseando ir a trabajar cada día”, señala un entrevistado. Aunque te lleve tiempo encontrar el trabajo ideal, no debes rendirte. Además aconsejan que una promoción en el trabajo puede ser lucrativa y halagadora, pero no vale la pena si te aparta de lo que verdaderamente disfrutas.

Viaja y disfruta con tus hijos. Mirando el pasado, una de las experiencias más gratificantes son los viajes, y Pillemer opina que los viajes deberían tomar preferencia sobre otras cosas en que la gente joven gasta el dinero. Por otra parte, el deseo de haber pasado más tiempo con los hijos, se encuentra entre los mayores remordimientos de los entrevistados.

Matrimonios duraderos. Aunque cada vez las tasas de divorcio son más altas, vale la pena intentarlo. Y es que un matrimonio satisfactorio y que dura toda la vida ocurre cuando la pareja comparte los mismos valores y objetivos. Lo que permite que se mantengan juntos es “una permanente amistad, la capacidad de comunicarse, disposición para dar y recibir y el compromiso”, dicen los mayores.

Morir en paz. Lo más importante es saber envejecer. Los entrevistados dicen que “no luches contra ello. No malgastes tu tiempo preocupándote. Cuanto mayor eres, menos miedo tienes a morir”. Esta fue una de las lecciones que más impresionó a Pillemer, que señala que, de acuerdo a una mayoría de ancianos, el pánico a “desaparecer”, es más un “juego de treintañeros” que otra cosa. La preocupación de los ancianos es que quieren dejarlo todo listo para que sus herederos no tengan problemas. y más importante, pasar el tiempo en pro de una vida más rica e interesante.

Por otro lado, la mayoría de los entrevistados, incluso los que padecen enfermedades crónicas, reconoce que hacerse mayor es mejor de lo que esperaban. Una mujer de 92 años, que ya no puede hacer muchas de las cosas que disfrutaba, dice que ahora es más feliz de lo que ha sido en su vida. El truco es este: “las cosas que antes eran importantes para mí ya no lo son”, dice. Cada edad, cada década, presenta oportunidades que no estaban presentes en la edad anterior.

“La vida es muy, muy corta”, dice Pillemer. No se trata de que los jóvenes se depriman con esta información, señala, sino de que sean más selectivos en la manera de invertir su tiempo. “Puedes tomar decisiones ahora que harán que tu vida sea mucho agradable si lo tienes en cuenta. Incluso cuando tienen más de nueve décadas a sus espaldas, los ancianos creen que la vida es demasiado corta como para desperdiciarla en pesimismo, aburrimiento y desilusión”.

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