Una de las frases más recurrentes en las parejas que tienen problemas en su relación es: “…nunca me pide perdón, ni reconoce sus errores. Se calla y espera a que se pase…”. ¿Es una buena estrategia? Seguramente quienes estén viviendo esta situación sepan, por experiencia propia, que se trata de un parche que se levantará de nuevo.
El tema del ‘perdón’ merece una reflexión un poco más profunda e ir más allá del “¿me perdonas? – claro”, y no haber dejado nada resuelto. Creo que con el tiempo, los pequeños reproches se pueden convertir en dinamita que puede hacer volar los cimientos de una relación. Entonces, ¿cómo pedir perdón si nos hemos dado cuenta que de forma consciente o inconsciente, hemos causado un daño a nuestra pareja?
Primero, tenemos que admitir que cometer errores y reconocerlo, lejos de ser una humillación o hacernos caer del pedestal en el que nos hemos colocado, es una forma de crecer, no solamente en madurez, sino a los ojos de la persona a la que amamos. Normalmente se salta a la defensiva con los clásicos “pues si era una broma, ¡cómo te pones!” o “¿me perdonas?”, de probada ineficacia.
Estaremos pidiendo perdón correctamente si lo hacemos de la siguiente manera:
• Describir las conductas que han podido provocar el daño
• Comprender los sentimientos de la persona dañada
• Proponer cambios para que no vuelva a ocurrir, no solamente promesas
• Generar la impresión de que estamos juntos en la tarea de crear la relación, no de imponerla o aguantarla
Un error que se suele cometer, generalmente en el entorno de las personas que han regañado entre sí, es pedir a la persona dañada – e incluso a veces exigir- que sea ella quien perdone. Muy pocos tienen la valentía de dirigirse a quien ofendió para exigir que presenten disculpas y por supuesto, cambios.
Por otro lado, se estará capacitado para perdonar cuando se pueda asumir lo ocurrido, aceptando la realidad como es, y entendiendo -que no justificando- lo ocurrido. No obstante, uno no tiene la obligación de perdonar cuando alguien le pide perdón. No tiene por qué volver a exponerse a un daño si no tiene la seguridad de que no va a volver a ocurrir, pues estaría siendo imprudente consigo mismo. Y esta decisión es libre y respetable.
En el caso de encontrarse ante un perdón elaborado, meditado, y reflexionado, se estará en mejores condiciones de poder admitirlo. Ambas partes deben entonces hacer el esfuerzo, por un lado, para introducir los cambios propuestos y por otro, para no volver a sacar el asunto una y otra vez, a modo de castigo permanente.
El perdón se encuentra en los cimientos de las buenas relaciones profundas y constructivas. Pero una vez más, hay que aprender a hacerlo correctamente y que suponga en nuestras vidas una experiencia de crecimiento.
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jueves, 17 de noviembre de 2016
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