domingo, 28 de septiembre de 2014

Poner límites cuesta decir no

Su esposo ya le dio un ultimátum, que aprenda a decir no, de lo contrario tendrá que buscar ayuda sicológica. Claudia (nombre ficticio) acepta que es incapaz de dar una negativa ante cualquier solicitud de ayuda que alguien, conocido o no, le pida.

Desde sobrecarga de tareas en su trabajo hasta aceptar cualquier ‘chuchería’ que le ofrezcan. “Me pongo a pensar que quizás esa persona necesite el dinero y siempre termino yo siendo la afectada económicamente”, cuenta penosa.

En el caso de su trabajo ella cree que debe aceptar todo lo que su jefe le pida, ya que por algo le están pagando un salario, así se quede sin tiempo.

Hasta el mes pasado sus deudas en ropa, carteras, zapatos y otros productos ascendía a Bs 1.500.

“En el trabajo piensan que soy ‘chupa’ del jefe, pero no es así, uno tiene responsabilidades y debe asumirlas, capaz que cuando tenga hijos cambien de actitud”, dice Claudia, que asegura que buscará ayuda sicológica para aprender a rechazar otras cosas.

Tal vez para algunos negarse ante algo no resulte difícil, pero para muchos, la vida se les complica. La cuestión no solo va por ser permisivo, sino por toda una lógica que los especialistas concuerdan en señalar que sí tiene solución.

El origen de todo
La dificultad para poder negarse de forma asertiva cuando es necesario, se origina en una debilidad del yo para establecer límites a las demandas o imposiciones de otros.

“Hay personas que son más susceptibles de ser manipuladas y les resulta casi imposible decir que no aunque vayan en contra de sus intereses o de su bienestar”, explica la sicóloga Paula Benedict.

La terapeuta familiar Ingrid Saavedra cree que es posible que en las diferentes etapas evolutivas de la persona no se haya desarrollado la capacidad de decir no como medio de individualización, porque están más preocupados por agradar a otros que a sí mismos, apareciendo el temor al rechazo, a las diferentes opiniones, a ser castigados o marginados si se defiende una propia opinión.

“La poca capacidad de decir no denota vulnerabilidad en la personalidad, comodidad, falta de firmeza, pero sobre todo falta de seguridad, autoconocimiento y autovaloración”, dice Saavedra.
Hay personas que son más susceptibles de ser manipuladas y les resulta casi imposible negarse aunque vayan en contra de sus intereses o de su bienestar.
Los sujetos manejadores reconocen con facilidad a las personas que serán frágiles a su influencia y saben exactamente cómo solicitar o cómo inducir una respuesta positiva a sus requerimientos.
Justamente esto es lo que pasa con Claudia, que reconoce que es fácil de manipular. “Llegan señoras con historias de que sus maridos las dejaron, que tienen hijos y que no tienen dinero, que por eso venden todas esas cosas, me causa mucha pena, caigo y termino endeudándome”, afirma.
Saavedra recalca que las personas del entorno logran ver la imagen que uno transmite, y es probable que intenten aprovecharse por la debilidad que se muestra y lo difícil que resulta negarse.
Isabel, quien vende productos de belleza por catálogo desde hace 10 años, detecta a primera vista quiénes son potenciales y buenas clientes para dejar a crédito lo que ofrece, “aunque sea un lápiz labial”, cuenta. Se ha topado con mujeres y hombres que sin necesidad de oler el perfume lo piden solo por pedir.
Esa debilidad, asegura, es de la que muchas de sus colegas de trabajo se agarran para poder crecer como consultoras. “Estas personas, así como sacan productos endeudándose, tienen la virtud de ser cumplidores en el pago, conozco a muchos que es lo primero que hacen cuando reciben su sueldo”, detalla.

Comenzar aceptando
Todo tiene solución. Hasta cambiar un sí por un no rotundo, pero todo depende, como cualquier debilidad, de aceptar que se tiene un problema, ser consciente del malestar que se acarrea, no solo para uno, sino para todo el entorno.
“La persona que ha detectado esa debilidad en sí misma puede buscar una alternativa para fortalecer su yo, no siempre se puede hacer sola, si es necesario será positivo recurrir a un apoyo terapéutico”, aclara Benedict.
La especialista recomienda que lo primero que debe hacer es identificar su estilo personal para reaccionar frente a la presión, así como analizar y comprender cómo llegó a establecer ese tipo de relaciones de sumisión, antes de poder asumir una postura más segura y decidida para no quebrarse ante las imposiciones.

El daño que ocasiona
Si bien pueden existir daños económicos en el caso de las personas que dicen sí a cualquier cosa que les vendan, también existen otras consecuencias en la parte afectiva y emocional.

Es el caso de Manuel, que casi todos los días termina de trabajar luego de las 20:00 cuando su horario ‘oficial’ es hasta las 18:30. Su esposa lo amenazó con dejarlo porque ya está cansada de tener que estar sola hasta esas horas y, encima, tener que esperar a que él llegue para poder cenar juntos, ya que es la única comida del día en la que pueden conversar tranquilos.

“La factura de mi permisividad la está pagando mi familia, pero es muy complicado decirle a mi jefe que no puedo hacer las cosas que me encarga a última hora y que las quiere listas en su escritorio al día siguiente. Estoy entre la espada y la pared”, lamenta Manuel.

En este punto, Saavedra enfatiza que cada vez que la persona cede ante la necesidad del otro y sacrifica la suya, este se anula y se perjudica en muchos sentidos: emocionalmente, socialmente, económicamente.

Para esta situación recomienda leer acerca de comunicación asertiva, ya que así evitará herirse y herir a otros, exponiendo sus ideas con toda naturalidad frente a cualquier persona sin sentirse culpable, incluso ante el jefe.

Hay que tomar en cuenta que si se continúa en esta situación, el de siempre decir que sí, básicamente los problemas que se le presentarán cada vez que acepte cualquier cosa serán: un nivel alto de estrés, afectación de la autoestima y de la seguridad personal, agotamiento emocional y físico, además del deterioro de la privacidad y la calidad de vida.

No es ser mala persona
Ambas especialistas concuerdan en que muchas de las personas que aceptan todo es por temor a que los demás piensen que son malas personas.

Benedict aclara que se puede decir sí cuando se trata de ser solidario o colaborador y si la otra persona es prudente y no invade el tiempo, la economía o los límites personales que el simple sentido común nos muestra.

Pero sobre todo hay que tener en cuenta que puede ser agradable de muchas maneras, sin necesidad de complacer a todos. Ser diferente es necesario y natural, todos tienen derecho a manifestar su punto de vista, así vaya en contra de lo que el otro quiera oír

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