jueves, 29 de diciembre de 2016

¿Por qué nos volvemos unos energúmenos al volante?

A muchas personas el coche les saca lo peor de sí mismos. Adiós a las buenas maneras, a esa gentileza que hace que dejen la puerta abierta cuando ven que llega un vecino o a que digan “usted primero” antes de entrar en el ascensor. No. En la autopista no todos se cambiarán al carril de la izquierda para que tú, que estás en el de aceleración, puedas incorporarte. Y si cometes la tropelía de tardar dos segundos de más en arrancar en un semáforo, de la sinfonía de pitidos y la visión de algún dedo anular no te libra nadie. Dado que estos conductores agresivos abundan, puede incluso que seas uno de ellos.

En el día a día, son bastantes las situaciones que pueden desencadenar una conducta agresiva al volante. Condiciones externas como la congestión del tráfico y atascos, cortes de carril por obras, falta de aparcamiento o la infracción de otros conductores. También condiciones de uno mismo, como las prisas y el egocentrismo. Y, por supuesto, el consumo de drogas y alcohol, que además de ser una irresponsabilidad, convierte al conductor en un peligro para el resto de usuarios de la carretera.

Los factores que influyen en la agresividad

Bien es cierto que no todos los comportamientos agresivos son iguales (del mal gesto a bajarse del coche buscando pelea dista un mundo), y el amplio abanico de reacciones reflejan la personalidad. “Normalmente la agresividad aparece como cualidad de la persona que, en esas circunstancias adversas, da salida a ella sin control y sin guardar las formas prosociales”, explica Eguzkiñe Zabaleta, psicóloga del Centro Médico San Martín (San Sebastián). Los factores externos no dependen de nosotros, pero los internos sí. “El factor clave es la capacidad personal para controlar una respuesta agresiva”, dice la experta.

La psicóloga habla del fenómeno de la burbuja de anonimato para explicar esta transformación de personas pacíficas y educadas fuera de la carretera que a bordo de sus vehículos dan salida a conductas agresivas. “Dentro del coche los conductores se sienten protegidos de alguna manera por el anonimato y esto hace que actúen sin sentir el compromiso de mostrar un saber estar y sin preocuparse de guardar las formas, dejándose llevar por sus impulsos más primitivos e irracionales. Se da una desindividualización, es decir, las normas sociales se dejan de lado cuando las identidades se ocultan”.

El efecto dominó

Y tanto esfuerzo, tanta irritabilidad manifiesta, ¿para qué? “Se podría decir que el propósito que esconde la actitud agresiva de los conductores es ejercer dominio e imponer deseos frente a resistencias que encuentran en el tránsito mediante violencia”, contesta Zabaleta. Un estudio publicado por investigadores de la Universidad Estatal de Oregón (EEUU) determinó que esta conducción competitiva y agresiva es un reflejo de la cultura que rodea a una persona, tanto en la carretera como a un nivel social más amplio.

Lo peor de todo esto (o parte de lo malo) es que, además, la agresividad se pega. Otro estudio, esta vez realizado por el fabricante de neumáticos Goodyear y la London School of Economics and Political Science (Reino Unido), determinó que el 55% de los cerca de 9.000 conductores encuestados tiende a desahogarse con un tercero cuando un conductor les provoca un enfado. Así que el enfado tiene un efecto dominó en la carretera. La parte positiva de esta encuesta es que el 87% de los participantes estuvo de acuerdo en que la amabilidad de una persona al volante puede, a su vez, inducirles a ser cordiales con otro conductor.



¿QUÉ HACER?

“La herramienta más efectiva para frenar esta agresividad es la educación en toda su extensión y, en concreto, la educación vial. Educar desde la infancia en valores de respeto, de tolerancia a la frustración, en asertividad, empatía y autocontrol es la clave para desarrollar la conducta prosocial”, argumenta la psicóloga.

Como truco explica que para evitar ponernos agresivos podemos pensar antes de actuar que alguien conocido nos está observando, como un familiar por ejemplo, y la vergüenza que sentiríamos si nos vieran insultando o siendo violentos. Seguramente si piensas que tu hijo o tu abuela están mirándote se te corta un poco el rollo de la burbuja del anonimato.

También recomienda salir con suficiente tiempo para evitar las prisas, ser tolerantes, actuar con calma y evitar conducir si estamos muy irritados. O, dicho de otro modo, actuar con un poco de sentido común. Y paciencia, mucha paciencia.

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