sábado, 1 de junio de 2013

UNA PALABRA PUEDE PROVOCAR UNA DISCUSIÓN.

El tío de un niño de nueve años se encontraba de visita en casa de los padres de éste. Una noche, cuando el padre regresó a casa, tuvo lugar el siguiente diálogo: «¿Qué piensas cte un niño que dice mentiras?» «No le tengo en muy buen concepto, pero sé una cosa con toda certeza: mi hijo dice la verdad. «Pues hoy ha dicho una mentira.»
 «Hijo, ¿le has dicho una mentira a tu tío?» «No, papá.» «Vamos a aclarar esta cuestión. Tu tío dice que le has mentido. Tú dices que no. ¿Qué ha ocurrido exactamente?», preguntó el padre, dirigiéndose al tío. «Bueno, le he dicho que llevara los juguetes al sótano. Él no lo ha hecho y me ha dicho que lo había hecho» "Hijo, ¿has llevado los juguetes al sótano?» «Sí, papá.» «Hijo, ¿cómo explicas eso? Tu tío dice que no has llevado los juguetes al sótano y tú dices que sí.» «Hay varios peldaños que conducen desde la planta baja al sótano... Unos cuatro peldaños más abajo hay una ventana... He dejado los juguetes en el antepecho de la ventana... el sótano es la distancia entre el suelo y el techo... ¡Los juguetes están en el sótano! » La discusión entre el tío y el sobrino se debía a la definición de una palabra: sótano. 
El chico sabía probablemente lo que su tío quería decir, pero había sentido pereza y no había querido bajar toda la escalera. Al enfrentarse con el castigo, trató de salvarse, utilizando la lógica para demostrar su aseveración. Es posible que eso resulte un poco embrollado. 
Pero veamos la historia más sugestiva de un joven que no conocía el significado del más importante símbolo verbal en cualquier idioma. ¿Y cuál es la palabra más importante en cualquier idioma? 
Esta palabra es Dios. No hace mucho tiempo un estudiante de la Universidad de Columbia acudió a visitar al reverendo Harry Emerson Fosdick, pastor de la iglesia Riverside de la ciudad de Nueva York. El estudiante apenas había franqueado la puerta cuando dijo: « ¡ Soy ateo!». 
Al sentarse, repitió en tono desafiante: «No creo en Dios».

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