sábado, 8 de junio de 2013

ERA UN ADOLESCENTE DIFÍCIL

ERA UN ADOLESCENTE DIFÍCIL. Este joven se convirtió en un adolescente difícil, instruido, intelectual, apasionado y sensual. Se enorgullecía de ser el primero, incluso en el mal. Se dice que desobedecía a sus padres y maestros, que mentía y engañaba, que cometía pequeñas fechorías, hacía trampa en el juego y se entregaba a toda clase de excesos alcohólicos y sexuales. Y, sin embargo, gracias a las constantes y reiteradas súplicas de su madre para que se enmendara, trató de hallarse a sí mismo antes de haber alcanzado el punto más bajo de su vida moral. 
A veces se llenaba de vergüenza al pensar que hombres con menos instrucción que él eran capaces de resistir las tentaciones que él era incapaz de resistir. Y puesto que era -un hombre instruido y estaba buscando, empezó a estudiar la Biblia y otros libros de inspiración de su época. Aun así, perdió muchas batallas contra sí mismo, y un día ganó la batalla que le permitió alzarse con la victoria. Es lo que suele ocurrir cuando una persona lo sigue intentando. 
Durante un período de remor- dimiento en el que se sentía abrumado por los sentimientos de autocondena, oyó por casualidad una con- versación en la que una voz decía: «¡Toma y lee!» Tomó el primer libro que tenía a mano, lo abrió y leyó: «Andemos honestamente, como de día; no en orgías ni en borracheras; no en casas de prostitución ni desenfrenos; no en disputas ni envidias; al contrario, vestios del Señor Jesucristo y no os cuidéis de la carne para satisfacer sus pasiones.» Ocurre a menudo. Cuando una persona sufre una grave derrota en una lucha consigo misma, es posible que en aquel momento esté preparada. Su remordimiento puede ser tan emocional y sincero que tal vez le induzca a emprender una acción inmediata y, a través de la perseverancia, le permita cambiar y seguir el camino que le conduzca a una victoria total. ¡Ahora aquel joven estaba preparado!
Y una vez adoptada una decisión irrevocable, alcanzó la paz de espíritu. Creía que la Potencia divina le ayudaría a superar los pecados contra los que antes había luchado en vano y adquirió una profunda espi- ritualidad. Los resultados de su vida futura lo demostraron. El joven se entregó a Dios y al servicio de sus hermanos. Por lo que fue y por lo que llegó a ser es considerado capaz de ejercer una poderosa influencia en la tarea de dar esperanza incluso a los desesperados. Se llamaba Agustín. Y fue declarado santo. Es bien sabido que la fuerza de la Biblia ha sido útil para cambiar las actitudes negativas en positivas, incluso de los más negligentes seres humanos. Y gracias a la eficacia especial de esta Palabra Escrita, éstos se sintieron inspirados a eliminar las telarañas de su mente. Fueron limpios en sus pensamientos y en sus costumbres. Muchos, como San Agustín, se han sentido impulsados a arrepentirse profundamente y, como él, han experimentado el deseo de dedicar sus vidas al servicio de Dios y de la humanidad. Y muchos grandes evangelistas han surgido de entre ellos. Ahora bien, hay muchas personas de profunda fe religiosa que también leen la Biblia, pero nos dicen «No traten de obstaculizar la obra de Dios cuando les recomendamos otros libros de inspiración. Las telarañas mentales les ¡molden tratar de extraer el bien donde auiera aue se encuentre.

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