jueves, 27 de octubre de 2011

Lo más lejos del precipio

En cierta ocasión un hombre muy rico y poderoso, pero tambien lleno de años, decidió jubilar a su chofer de toda la vida. Puso un anuncio en el diario de la ciudad, contratando los servicios de un conductor de vehículos motorizados.
Llegaron muchos a la entrevista. Todos traían consigo documentaciones que avalaban sus experiencias para manejar y, sobre todo, prudencia. Pero tenían que pasar una prueba muy elemental
La prueba para ver quién se quedaba con el puesto consistía en una simple pregunta:
- ¿Qué tanto podrían manejar un auto en un barranco sin caer al precipicio?
El primer entrevistado dijo: "Yo podría manejar tan cerca que si usted sacara la cabeza para escupir, su saliva caería al precipicio".
Al hombre rico no le fue muy grato el comentario. Decidió entrevistar otro.
El siguiente dijo: "Yo podría conducir tan cerca que los neumáticos rozarían el precipicio sin caernos y con los ojos vendados".
Todos exclamaron: ¡Oh!
Pero al hombre rico no le asombró.
Todos pensaron que el contratador era un hombre demasiado exigente. Y no se equivocaban.
Y así siguieron las entrevistas. Uno tras otro iba desechando las postulaciones sobre la base de las respuestas.
Entre esos casos figura la contestación de un conductor que dijo: "Yo podría manejar tan cerca y sin caer que solo conduciría el auto con las llantas laterales al precipicio en el aire, y las otras rozando la orilla del barranco”.
Hubo otra exclamación todavía más fuerte. Ya nadie podría manejar mejor. Se creyó que ahí concluía todo.
Pero, entre toda la exclamación sobresalió la voz de un hombrecito desde un rincón que dijo: "Yo podría manejar el auto tan lejos del precipicio como me fuera posible".
El hombre lo escuchó y dijo:
-"Este es el hombre que busco, y lo contrato de inmediato". Luego se dirigió a los demás choferes, hablándoles así:¿Por qué buscarle tres patas al gato si sabemos que tiene cuatro?
En el mismo orden, ¿por qué jugar con la tentación hasta estar al caer? Hay que huir de ella lo más lejos posible!
(Versión de Genaro Burela)

viernes, 21 de octubre de 2011

Fobia social la que más padecemos

Sus padres no estaban enterados de que intentó suicidarse dos veces. O quizá tres. Su caso llegó a tiempo a manos del sicólogo José Ernesto Vargas. A sus 14 años, Beto (nombre supuesto) siente un temor irracional a relacionarse con otras personas. El trastorno emocional que sufre es intenso, totalmente desproporcionado cuando se encuentra frente a otras personas. Beto padece la más incapacitante de las casi 250 clases de fobia conocidas. Hay miedo a las arañas, a los perros, a las alturas y a casi todo lo imaginable, pero la fobia social es como un monstruo silencioso que invade toda la personalidad. Sin contar a la panfobia, que es el miedo a todo, la fobia social es la más incapacitante de todas.


Cada mañana, ante el sencillo reto de ir a la escuela, el temor extremo de Beto le provoca pánico y náuseas. Se siente incapaz de saludar a sus compañeros o de reaccionar a sus bromas. Su autoestima está hecha un guiñapo. Se cree feo. Sufre un cuadro de ansiedad y angustia. La ansiedad lo mantiene pensando en nada, nervioso, como flotando envuelto en una nube negra; la angustia es una opresión en el pecho. “Siempre en el pecho”, explica el sicoanalista. Tiembla, tartamudea y sufre de taquicardia.


Al volver a su casa, desgastado y sin un atisbo de solución, cree que su única salida es eliminarse. Se ha cansado de la computadora y de revisar sitios web con algunos juegos. La música ya no es suficiente.

LOS ORÍGENES
Según José Ernesto Vargas, son dos las causas de la fobia social. Tienen un rasgo hereditario en pequeño porcentaje, pero es el entorno familiar el que puede favorecer su aparición. En el caso de Beto, fue la figura paterna la que lo llevó a esa situación. Desde su niñez, el padre no lo convirtió en un protagonista. No lo hizo sentir seguro. Esa actitud se explicaba porque el padre tenía un complejo de inferioridad. Era un hombre poco sociable. La timidez de Beto era un pasto que ardió con la personalidad del padre.


Alguien sugirió que Beto sea tratado con sicoterapia. Felizmente, sus padres escucharon el consejo y empezaron las sesiones. Las preguntas del profesional eran siempre respondidas con monosílabos. Al fin y al cabo, el sicólogo es un extraño. Poco a poco, la conversación avanza. Beto no llegó a contar explícitamente acerca de sus intentos de suicidio, pero empezó a abrirse a las técnicas que empleaba el terapeuta. Poco a poco, empezó a descongelar el sufrimiento que tenía guardado desde hace años. En la quinta sesión estalló en llanto y empezó a formarse lo que se llama una alianza terapéutica, que no es otra cosa que la empatía entre paciente y sicólogo. Esa empatía es la que siempre le faltó en su vida.


A partir de ese momento, fue posible plantear algunos ejercicios para ayudarlo a superar su fobia. Vargas le sugiere pequeñas estrategias. “Vas a saludar a un amigo al llegar al colegio”, le pide; “vas a salir al recreo y te vas a quedar cinco minutos en un grupito”. Con esas pequeñas tareas, Beto ha empezado a superar su miedo extremo. Estuvo a punto de usar ansiolíticos, que, en ocasiones, son necesarios. Alcira Schlusselberg es siquiatra, por lo tanto tiene la potestad de prescribir algunos ansiolíticos. En la clínica de salud mental Monte Sinaí, donde trabaja, siempre se acompaña la terapia sicológica con el tratamiento siquiátrico si es necesario. Es previsible que Vargas prefiera encontrar la raíz del problema y superarlo, puesto que ve a los ansiolíticos “como un calmante”. Cita a un siquiatra que conoció en un reciente congreso en Buenos Aires: “La psiquiatría ayuda con un 30% del problema; en cambio la psicología lo resuelve en 70%”.

FRECUENTE EN BOLIVIA
A punto de marcharse a Australia a un posdoctorado, el siquiatra Guillermo Ribera considera que en Bolivia este tipo de fobia es muy frecuente. “Los bolivianos somos tímidos si nos comparamos con nuestros vecinos ,como los argentinos, brasileños o hasta los peruanos. En general el boliviano es considerado como un sujeto reservado y que no siempre dice esta boca es mía”. Varios de sus pacientes lo consultaron cuando se percataron de que no podían formar una pareja. Tenían tanta timidez y tanta fobia a tratar íntimamente que se dieron cuenta de que debían pedir ayuda. Y entre las pacientas había mujeres muy hermosas. Urgentemente necesitaban ver la realidad desde otro ángulo. Eso es lo que hace la terapia cognitiva.
Ese procedimiento puede evitar un problema que viene asociado a esta fobia. Es el alcoholismo. Cuando estas personas ven que al tomar alcohol desaparece la timidez, comienzan a consumirlo. Luego necesitan más y se crean dos problemas. El abordaje, en este punto, debe hacerse con fármacos. Después de 16 sesiones profesionales se forman grupos de terapia que son como un laboratorio para probar las nuevas habilidades. Ahí preguntan abiertamente qué piensan los demás de él, o si lo consideran ‘poca cosa’.
“Ahí llegan a la conclusión de que la mayoría de las ideas que tienen respecto al contacto social son falsas. Sus nuevas habilidades les permiten tener una vida plena”, comenta Ribera.

BASTA UNA PERSONA
A veces, la fobia social se desarrolla en un ambiente específico. Fue el caso que vio la terapeuta Janeth Llanos. Alfredito (nombre supuesto) pasó por todos los médicos antes de ir con Llanos. Sus síntomas eran fiebre, infecciones y dolor de estómago.
Todo empezó cuando la maestra le dijo que él era el ‘peor castigo’ de su kínder. Ni bien llegaba a la puerta, empezaba a sudar y sentía dolores. La sicóloga tuvo que ir hasta el lugar para analizar si no era un simple capricho infantil. No lo era. El pequeño, de cinco años, tenía una fobia a la maestra. “Fue discriminado por ella. Todo el tiempo lo consideraba un niño problema. Sí tenía un problema de conducta, pero llegó a tener tanto miedo que se pasaba todo el tiempo sin participar”. Su problema de conducta era fácilmente superable. Se debía, en parte, a que era hijo único de un padre que, a su vez, era hijo único. Obviamente, era también el único nieto para sus abuelos paternos.
El caso empezó a aclararse cuando llegó una maestra remplazante, y Alfredito cambió. Se mostró participativo. Cuando regresó la maestra antigua, comenzó con dolor en una pierna, problemas gástricos y una infección intestinal. Los médicos tuvieron que internarlo por los problemas en la pierna. Las radiografías y hasta otros estudios complicados no mostraban nada mal. Estuvo internado tres veces por otros problemas médicos.
Llanos pidió que se evalúe el caso con una maestra agradable y accesible, puesto que las maneras y el estilo de enseñanza de la titular eran anticuados: gritos, palabras desagradables y maltrato. Cinco meses después de la terapia, su autoestima ha mejorado y acude de vez en cuando a visitar a su terapeuta, con la que siempre juega.

EL CUARTO OSCURO Y LA CAJA BOBA
La siquiatra infantil y de adolescentes María Eugenia López, que enseña en la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, tuvo que atender varias solicitudes escritas de alumnos que no podían hablar en sus disertaciones. Dos de ellos están asistiendo a una consulta. No es raro que dificultades de este tipo tengan origen en algunos encierros que algunos adultos (padres o cuidadores) obligan a los niños. El encierro está acompañado frecuentemente de amenazas. En la edad adulta pueden surgir ansiedades y fobias que requieren de tratamiento. “Los medicamentos son lo último que se intenta. Se usan durante tres a seis meses, siempre con sicoterapia”, insiste López.


Ingrid Saavedra asegura que la fobia social es más frecuente en mujeres. Ha atendido a personas que entran en pánico cuando deben ingresar a un banco o conversar con amigas. También usa terapia cognitiva conductual para ayudar a reinterpretar la realidad. Se incluye relajación y lo que se llama ‘confrontación con la situación temida’. Griselda es un caso extremo. Sufrió un abuso sexual en la niñez y en la adolescencia no pudo adaptarse con sus compañeros, que la maltrataron sicológicamente. Salió del país, pero tampoco pudo encajar en ningún lado. “Se sentía sucia, pensaba que olía mal y que las personas hacían gestos ante su presencia”, cuenta la terapeuta. No ha podido terminar una carrera, pero ha empezado a confrontar el profundo trauma de su infancia, que es el más fuerte. Aunque ha empezado a tener amigas y se ha inscrito en una universidad, aún no tiene pareja. “No puede vincularse por la renuencia hacia el otro. Tiene tendencia a la depresión y ha pensado en el suicidio. También estoy trabajando con la familia, porque estos casos necesitan de mucho apoyo”, comenta Saavedra.


Estelita, de cinco años, tiene miedo a la contaminación y a enfermar de cáncer. El detonante fue un documental de televisión que vio a los cuatro años. En él se contaba cómo la contaminación fue una de las causas del cáncer de una persona. Desde ese día empezó a tener miedo de comer cualquier cosa. Se preocupaba de que estuviera mal manipulada y se lavaba las manos constantemente. ¡Cuatro años! Todos los días, si estornudaba o tosía levemente, preguntaba a su mamá si ya estaba enferma con cáncer. En una siguiente fase, empezó a pedir que la madre no se separase de ella. Dejó de dormir y despertaba para preguntar si estaba enferma o contaminada. Lloraba constantemente y no dejaba que nadie se le acerque. La terapia era inevitable.


Solo en la cuarta sesión Estelita aceptó que alguien esté cerca de ella. También aceptó quedarse a solas con Janeth Llanos, su terapeuta. Lo que hacían era jugar. Con muñecos y muñecas se recreaba la situación. Así pudo trabajar en la noción de ciencia ficción de algunos programas televisivos. Al final fue integrada a un jardín de niños para poder facilitar su relacionamiento.
El juego es la manera de abordar la terapia con un niño. Hora de juego diagnóstica es el nombre de este procedimiento. En el caso de Estelita, jugó a su favor el hecho de que tuviera un coeficiente intelectual que correspondía a una niña de siete años. No muchos adultos tienen la fortuna de buscar ayuda a tiempo. Muchos optan por convivir con las fobias específicas como el miedo a las alturas o el miedo a los espacios abiertos. Como cuenta Llanos, algunos no pasan por la consulta sicológica.
Algunas fobias están ligadas a los trastornos obsesivo-compulsivos, es decir, son rasgos de otro cuadro. La agorafobia o miedo a los espacios abiertos, por ejemplo, puede ser una manifestación de la fobia social. Lo mismo ocurre con la ansiedad y la angustia. Todas pueden ser tratadas a veces en pocas sesiones.

DEL CONSULTORIO LOCAL

- Tiene 39 años y se desmaya cuando ve la fotografía de una serpiente. Se desvanece ni bien ve la revista con la foto dentro. La terapia consiste en una aproximación progresiva. Primero, tocará otra revista; luego, la de la serpiente, sin ver la foto. Finalmente, llegará a tocar la fotografía y una serpiente de goma. El origen de la fobia: cuando era niña pasó al lado de una serpiente y tuvo que pisarla. Permaneció con el pie en el reptil hasta que alguien vino a matarlo.

- Tiene 72 años y cuando entra a un río o a una piscina tiene que salir inmediatamente. Siente que se está cayendo de espaldas. No ha empezado ninguna terapia, pero recuerda que de niña, cerca de Yotala, estuvo a punto de ahogarse. La salvó su cuñado, sacándola de los cabellos. Desde entonces tiene fobia a las acumulaciones de agua.

- Cuando llueve tiembla de pánico. Tiene 12 años. No recuerda cuándo empezó a tener ese problema. Quizá fue en un día de fuertes truenos. Ha empezado el tratamiento hace tres semanas. Su ansiedad es tan acentuada que es necesario utilizar una medicación. En niños se utilizan dosis de ansiolíticos muy suaves.

- Tiene 13 años y cada vez que menstrúa se desmaya. Cuando debe cambiar la toallita higiénica, vuelve a perder el conocimiento. Se llama hemofobia. El origen fue un accidente en el que vio mucha sangre. Superó el accidente pero quedó la fobia. En estos casos puede utilizarse una relajación profunda.

- Guillermo Ribera utiliza un software que simula el despegue de un avión y el ambiente de un aeropuerto para curar la fobia a volar. Se requieren diez sesiones y luego unas cuatro más pero muy espaciadas. Todos logran luego disfrutar de los vuelos.

- Un paciente evitaba el contacto con otros hombres porque tenía miedo de volverse homosexual. Es un trastorno obsesivo compulsivo que puede desencadenar una homofobia. El trastorno obsesivo consiste en angustiarse por pensamientos o imágenes en las que el paciente se ve haciendo daño a otros.

- Según la Organización Mundial de la Salud, el 25% de la población padece fobias específicas y un 13% sufre de fobia social.

Cuarto para las 12

¿Te has dado cuenta de que el panorama suele verse más negro poco antes de ocurrir un viraje positivo?
El hombre de negocios afirma que justo antes de hacer su fortuna, estaba a punto de claudicar. Le llegaba el agua al cuello cuando, de repente, todo empezó a cambiar.
A punto de renunciar, se mantuvo firme justo lo necesario para dar a su trayectoria un giro de 180 grados y cosechar los frutos.
Quizás te haya ocurrido que cuando sientes que no vale la pena vivir, aparece una persona en tu vida que eleva tu ánimo hasta las nubes.
La vida es así porque existe el principio del ‘cuarto para las doce’.
Siempre hace más frío y está más oscuro antes del amanecer. Si resistimos lo suficiente, recibiremos nuestra recompensa.
En el acto de dar a luz, este principio entra en acción. Justo antes del gran milagro de la vida, la resistencia de la futura madre es sometida a una prueba de fuego por medio de intensos dolores y gran angustia. ¡Me contó mi mamá que valió la pena!
En cuanto reconocemos la existencia del ‘cuarto para las doce’, la vida pierde mucho de su carácter traumático. En efecto, la creación parece someternos a prueba todo el tiempo, para ver si en verdad tomamos en serio nuestras metas. Si resistimos ese poquito más... Realmente, ¡qué alegría!
Conocer este principio es tener una buena ventaja, cuando todo es un caos podemos decirnos: no todo marcha mal.
Eso quiere decir que aquello por lo que tanto he luchado puede estar a la vuelta de la esquina.
Por lo tanto, deberíamos sentirnos mejor.
Generalmente estaremos a prueba, en alguna forma, antes de recibir algo valioso. No hay que desesperarse. La paciencia debe ser nuestro capital.
Si estamos conscientes del principio del ‘cuarto para las doce’ y enfrentamos las dificultades sabiendo que son partes del proceso de lograr el éxito, en primer lugar no seremos desertores y, en segundo, obtendremos lo que queremos en la vida.
Cuando todo se ve ‘color de hormiga’ puede ser el momento de celebrar. Quizás ya estés cerca de la meta.
Amigos, que esta semana sea el ‘cuarto para las doce’ de sus más caros anhelos.
Recibido por Internet (Escrito por Andrew Mathews).

viernes, 14 de octubre de 2011

¿Qué es la riqueza?

Fue una de esas clásicas encuestas en las que se logra detectar el pensamiento colectivo en torno a una temática.
La empresa formó dos grupos de personas, y a cada uno, por separado, se les hizo la única pregunta: ¿Qué es la riqueza? La respuesta fue por escrito.

El grupo número 1, conformado por profesionales, contestó de la siguiente manera:

Arquitecto: Tener proyectos que me permitan ganar mucho dinero.

Ingeniero: Desarrollar sistemas que sean útiles y muy bien pagados.
Abogado: Tener muchos casos que dejen buenas ganancias y tener un BMW.

Médico: Tener muchos pacientes y poder comprar una casa grande y bonita.

Gerente: Tener la empresa en niveles de ganancia altos y crecientes.

Atleta: Ganar fama y reconocimiento mundial, para estar bien pagado.

El grupo número 2, integrado por marginados y discapacitados, contestó lo siguiente:

Preso de por vida: Caminar libre por las calles.

Ciego: Ver la luz del sol y a la gente que quiero.
Sordo: Escuchar el sonido del viento y cuando me hablan.

Mudo: Poder decir a las personas cuánto las amo.

Inválido: Correr en una mañana soleada.

Persona con una enfermedad terminal: Poder vivir un día más.

Huérfano: Poder tener a mi mamá, mi papá, mis hermanos, y mi familia.

La evaluación de las respuestas condujo a la conclusión de que la verdadera riqueza no es poseer cantidades de cosas o gozar de fama nadando en dinero, sino en la valoración del significado de la existencia.

domingo, 9 de octubre de 2011

El extraño

Antes que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población.
Mi padre quedó fascinado con este encantador personaje; lo invitó a que viviera con nuestra familia.
El extraño aceptó y desde entonces está con nosotros.
Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente ya tenía un lugar muy especial.
Mi mamá me dijo lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer.
Pero el extraño era nuestro narrador. Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias. Siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o ciencia.
Llevó a mi familia al primer partido de fútbol. Me hacia reír, y me hacía llorar. Nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.
Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas.
Las blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa, ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase.
Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje inapropiado.
Papá nunca nos dio permiso para beber alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente. Hizo que los cigarrillos parecieran frescos, inofensivos y distinguidos. Hablaba libremente sobre sexo. Sus comentarios eran a veces sugestivos y generalmente vergonzosos.
Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia.
¿Su nombre? Nosotros lo llamamos televisor...
Nota: Se requiere que esta nota sea leída en cada hogar.

sábado, 1 de octubre de 2011

Tengo 22 años y siento mucho rencor por mi papá porque cuando era niño él a veces me trataba mal

Tengo 22 años y siento mucho rencor por mi papá porque cuando era niño él a veces me trataba mal y cuando estaba borracho decía que yo no era su hijo y que mi mamá le había engañado antes de que yo naciera.

Cuando crecí no quedaron dudas, soy igualito a mi papá. Él nunca más volvió a mencionar el asunto, nunca se disculpó y aunque hablando con mi mamá sé que el problema para él está olvidado, yo no lo olvido y me cuesta perdonarle. ¿Qué será bueno hacer?



Querido amigo:

Muchas veces los padres comenten algunos errores y uno de ellos es tratar problemas o asuntos de pareja, que no competen a los hijos, en frente de ellos.

Es posible que tú siendo pequeño hayas presenciado este tipo de discusiones, donde quizás hasta la violencia se haya manifestado.

Inconscientemente ese error y equivocado proceder queda de alguna forma marcado, es por eso que reaccionamos con rencor, rebeldía y/o resentimiento hacia los padres.

En este caso tu papá procedió mal. Si nunca quiso hablar del tema, ni tampoco disculparse y menos sabiendo que ahora eres adulto, es que tiene miedo. Quizás mucho miedo y debe sentir vergüenza por su mala actitud.

Tú también por tu lado sientes miedo, y resentimiento.

Lo más indicado en estos casos es que converses con tu mamá primero, para que juntos puedan asistir a terapia y así el profesional pueda intervenir en el caso y luego, posteriormente involucrar a tu papá para completar la terapia.

En tu familia existe mucho dolor, resentimiento y rencor. Todos estos sentimientos antes de conversar con tu papá deben ser asimilados y extinguidos para poder perdonarse y perdonar.

Lo importante es buscar la armonía y la paz a través de un correcto manejo de los impulsos y sentimientos que a lo largo del tiempo se han ido acumulando.

Acude a un profesional para que te apoye.